Nelson Encarnación
El autor es periodista
El recién transcurrido proceso electoral del domingo 18 de febrero tiene tantas vertientes importantes para analizar que habría que dedicarles varias entregas para tratar de abordarlas lo más ampliamente que podamos.
Por lo pronto, me voy a concentrar en dos aspectos que entiendo de mucha relevancia, sobre todo por la cercanía del evento mayor, o sea, las presidenciales y congresuales de mayo.
Uno de ellos se refiere al caso muy particular de las encuestas, y de estas uno tiene mucho más de particular aún.
Los días 6,7 y 8 de febrero, el Centro Económico del Cibao publicó tres entregas sucesivas en las cuales recogía las proyecciones de los resultados probables en los 25 municipios más poblados del país, en los que vaticinaba el triunfo de los respectivos candidatos.
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Como suele ocurrir en cada evento electoral, esas proyecciones fueron atacadas como el producto de “la sastrería de Aguilera”, en obvia elucubración de que se trataba de muestras prefabricadas.
¿Qué ocurrió el domingo 18? De los 25 pronósticos, el CEC falló en dos con un acierto de 99.92%, algo sencillamente impresionante cuando se trata de un proceso tan complejo como son las elecciones municipales, debido a la elevada dispersión que dificulta la muestra estadística.
De modo que, del proceso recién culminado han salido dos claros ganadores: el PRM electoralmente, y la credibilidad de Leonardo Aguilera y el Centro Económico del Cibao.
El otro elemento que abordaré tiene que ver con la narrativa de la elevada abstención como factor determinante—o por lo menos muy relevante—para la debacle electoral de la alianza opositora.
Es un argumento falaz, pues si las estadísticas no han cambiado, es bastante probable que el incremento de la votación registrara la misma distribución en términos porcentuales de lo surgido de las urnas el domingo.
Es decir que, si la población que se abstuvo hubiese acudido, su votación se habría distribuido exactamente en la relación que conocemos.
¿O puede caberle a alguien en la cabeza que los abstencionistas fueron de un litoral específico y que de haber votado se irían todos a engrosar el caudal de ese hemisferio electoral?
Argumentar sobre ese desatino tiene la única intención de justificar un desenlace adverso y una forma de evadir la responsabilidad en una serie de costosos errores políticos. Volveremos.