Rosa Francia Esquea
Y de pronto… me quedé sin palabras; el espacio de crear ya no lo era, sino un lugar para el confinamiento.
Y de pronto…. llegan a mí estas interrogantes: ¿Es un mal sueño? ¿Una realidad? ¿Qué pasará? ¿Qué será de la
humanidad mañana? ¿Qué será de nosotros? ¿Hasta cuándo?
Y de pronto… empezaron a martillear en nuestras cabezas expresiones como: “quédate en casa”, “distanciamiento
social”, “trasmisión local”, “transmisión comunitaria”, “cuarentena”, “toque de queda”, “emergencia”, “curva” y
“pandemia”.
Y de pronto… palabras simples que usábamos en nuestro lenguaje cotidiano adquirieron nueva dimensión: lávate las
manos, agua y jabón, desinfectante, alcohol, guantes, mascarillas, alto costo, fiebre, tos, estornudos y dificultad respiratoria.
Y de pronto… nos invadieron con números y cifras que hablan de infectados, pruebas, aislamiento domiciliario y hospitalario, muertos y recuperados; estos últimos son los números que más lentamente se elevan.
Y de pronto… vimos la incertidumbre ante la realidad de un sistema sanitario que colapsa y una demanda de servicios
que crece, crece y crece.
Y de pronto surgen los superhéroes de carne y hueso arriesgando sus vidas: los médicos y demás componentes del sistema sanitario, la policía, los guardias, los voluntarios, los donantes, los empleados del súper y establecimientos de comestibles, los de la farmacia, los ayuntamientos y los que ayudan a enterrar a los muertos.
Y de pronto… nos enteramos que mientras miles y miles se van, lloramos a los que han partido y otros claman por ayuda, hay médicos y científicos trabajando para encontrar una vacuna, o una cura.
Y de pronto… mientras el confinamiento nos aísla, hay voces virtuales que unen, oran, nos animan, nos cantan desde los balcones, aplauden y nos envían un mensaje de esperanza.
Y de pronto… vemos brotar nuevos capullos en las flores, se escucha mejor el trinar de los pájaros, el planeta se limpia,
el ambiente se recupera, y la ciencia se reinventa.
Y de pronto… hurgamos en el baúl de los recuerdos y encontramos una palabra casi olvidada: solidaridad, porque
estamos viviendo el tiempo del coronavirus y solo ella salvará a la humanidad.