Petra Saviñón Ferreras
El rechazo al fondo de asistencia social entregado a legisladores ha servido para que la población conozca un poco más a sus representantes. Las excusas de los que rehúsan desprenderse de ese dinero son tan variadas que más parecen un culto a aquel refrán que afirma “la diversidad nos enriquece”, pero en este caso empobrece al pueblo.
De las tantas justificaciones para tomar el “barrilito” está la de Faride Raful, exdiputada y ahora senadora del Distrito Nacional. La honorable arguyó que lo usaría para pagar asesores que la ayuden a hacer leyes. En septiembre recibió RD$1, 059,000.00, sí un millón cincuentinueve mil pesos, el más grande de todo el país.
¿Sería necio preguntar cuántos ayudantes necesitaría para esos proyectos, es que sometería muchos?
Está claro que las respuestas son intrascendentes. El Congreso cuenta con personas contratadas para esos fines y aunque así no fuere, tomar esos fondos es una burla a la sociedad.
Ahora de repente decide recular, desistir de esa idea y hasta legislará para eliminar el privilegio irritante, ojalá que igual contemple las exoneraciones a vehículos lujosos y otras prebendas. Echó para atrás porque “reflexionó” o sea en buen dominicano, no aguantó la presión.
¿Por qué la crítica a esa congresista? Porque ha vendido la imagen de que le preocupan las precariedades, la crisis que afronta el país y que lastima en mayor grado al pueblo llano.
Mas, ya ha dejado ver el refajo (pieza en desuso, por cierto) la estructura que la compone. Es tarde para jugar a ser aliada de las necesidades de los más vulnerables y su actitud remite a un intento de quedar bien con sus votantes y con los sectores que la han criticado.
De todos modos, es bueno que haya reculado y otros igual debieron hacerlo sin esperar repudio, aguardar a que el pueblo le cayera encima. Pero no ha sido de esa manera y aunque tengan diferencias abismales, en lo referente a sus beneficios esos “representantes” forman un muro de concreto armado.
Cada cual podrá elevar sus razones para agarrar ese dinero público y hasta intentará penetrar la sensibilidad de la gente que le respaldó y de otra al enarbolar motivos como ayuda al combate de enfermedades y del hambre en sus demarcaciones.
Ese argumento tan poco sustentable hace recordarles que necesitarían un monto mucho más alto para paliar de verdad las carencias de sus zonas y que no deben preocuparse por esto, porque ocurre que el Estado cuenta con instituciones a las que dirige un presupuesto. Hagan memoria, el Congreso no es un Poder Ejecutivo paralelo.