La gastronomía ecléctica de República Dominicana tiene posibilidades de alcanzar renombre internacional, pero necesita superar la «cultura del protagonismo», amén de rescatar platos tradicionales que se han ido perdiendo a causa de la «modernidad».
Más de 500 años después de convertirse en el primer asentamiento europeo en el continente, el país caribeño presenta decenas de platos de riqueza y amplia variedad, «únicos» en el Caribe Insular, «que van más allá» del sancocho y el ron.
«La cultura del protagonismo individualista ha primado en todos los sectores de la economía del país», afirma a Efe el experto culinario Bolívar Troncoso, en alusión a la ausencia de una política integral de los sectores estatal y privado dirigida a potenciar la gastronomía dominicana.
No obstante, equilibra su respuesta al considerar que en los años recientes se han producido iniciativas hacia la integración del sistema gastronómico dominicano, en la búsqueda de una «sola dirección».
Para este geógrafo de profesión y «apasionado» gastrónomo, la cocina de su país es el fruto de los «importantes» aportes preprehispánicos, español, africano, árabe, chino, japonés, de los negros libertos, de las Islas Canarias, así como de los judíos sefardíes y europeos, entre otros.
Troncoso es el responsable del Foro Gastronómico Dominicano, que estos días celebra su séptima edición en años consecutivos, pero de manera virtual debido a la pandemia de la covid-19.
«Nuestra cocina, como las de todo el mundo, cuenta con platos saludables y otros con mayores niveles de concentración de grasas, dulces y otros elementos que en exceso son dañinos», sostiene, pero no duda en afirmar que el «predominio» en la cocina dominicana de víveres, frutas y hortalizas contribuye a «la salud» de la población.
La chef Jacqueline Henríquez, con un enfoque más local, apunta la importancia de recuperar «una gran cantidad» de platos tradicionales como la chapea, que consiste en el guiso de carne de cerdo salada y habichuelas, al que también se le añaden plátano maduro o batata.
«Es tan fuerte lo que está pasando con las tradiciones que ya las cantinas de aluminio, un típico utensilio de cocina, ya no las encuentras en ninguna parte; ojalá que podamos rescatarlas», dice Henríquez a Efe.
Esta cocinera con más de 15 años de experiencia opina que la gastronomía de República Dominicana «debe» y «puede» ofertarse a nivel internacional, aunque considera que igual de importante es evitar la pérdida de esos platos de tradición hogareña.
A su juicio, la agitada vida moderna influencia sobre las familias, para que opten por platos de fácil proceso de elaboración o aquellos que solo hay que colocar en el horno de microondas.
«Las generaciones de abuelas y tías no están pasando esas recetas tan tradicionales a la nueva generación», se lamenta Henríquez al recordar la «casi» desaparición de otro «delicioso plato» tradicional dominicano, el panecico, una masa de yuca rellena de chicharrón.
«Debemos de salvaguardar nuestras costumbres, son platos de nuestras herencias centenarias, los que rememoran nuestra memoria gastronómica, pues uno de los momentos más recordados para un ser humano es sentarse a la mesa para degustar su plato preferido rodeado de sus seres queridos», expone la chef.
Entre los platillos más consumidos por los dominicanos está el popular mangú, el producto de plátanos hechos puré acompañados de salami, huevos o queso, además de cebollas fritas.
También está la bandera, que no es más que la reunión del arroz blanco, habichuelas rojas y carne de res o de pollo. Su nombre se debe al símil del plato con los tres colores del lienzo patrio.
En esa lista no puede faltar el sancocho, un caldo caliente de varios tipos de carne, víveres y verduras que, al margen de su alto contenido calórico, se suele elaborar los lunes de cada semana, para «disminuir» los efectos de la resaca que supone la ingesta de alcohol del día anterior.
EFE