María Fals
La autora es crítica de arte
Nueva York.-
Este museo, Patrimonio de la Humanidad a partir del 2019, es una obra de arte que encierra en su ‘vientre’ cientos y cientos de otras creaciones artísticas.
Visitar el Museo Guggenheim, en la Quinta Avenida de New York, frente a un Parque Central cubierto de nieve recién caída, recorrer sus amplios pasillos helicoidales, avanzando desde lo alto hasta su base, es una experiencia inolvidable.
Este museo, Patrimonio de la Humanidad a partir del 2019, es una obra de arte que encierra en su ‘vientre’ cientos y cientos de otras creaciones artísticas. Su estructura en forma de caracol invertido permite al visitante ascender en elevador y bajar suavemente la pendiente observando las obras o, por el contrario, subir caminando con poco esfuerzo para disfrutar de una experiencia más intensa.
El surgimiento de este espacio museográfico tiene sus antecedentes en el Museo de Pintura Abstracta de 1939, que funcionó en un edificio alquilado. Fue dirigido inicialmente por Hilla Von Rebay y fundado por Salomón Guggenheim, importante coleccionista y mecenas que apoyó ampliamente el desarrollo del arte contemporáneo.
En 1959, el Museo de Pintura Abstracta, fue trasladado a un nuevo edificio recién construido que llevó el nombre de su fundador: Salomón Guggenheim. Posteriormente, tuvo restauraciones y modificaciones en el 1992 y en el período 2005-2008.
El Museo Guggenheim fue diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright (1867-1959), uno de los grandes del siglo XX, creador también de las Casas de las Praderas y de la Casa de las Cascadas.
Wright se inspiró en sus inicios en la arquitectura japonesa, buscando la integración de los espacios exteriores e interiores, la unificación de las funciones en los hábitats domésticos y el acercamiento de las construcciones a la naturaleza con el uso de grandes ventanales, de lajas de recubrimiento y de la vinculación con el entorno. Sus obras maduras, como es el caso de este museo, pertenecen a la llamada arquitectura orgánica, que se basa en la utilización de líneas curvas, en la adaptación ergonómica y la inspiración en elementos naturales.
En el Museo Guggenheim, su genial arquitecto dispuso de todo su talento para crear una experiencia muy especial dedicada al disfrute de todo aquel que ame el arte. Se basó en un criterio inclusivo, con el cual las personas que poseen alguna dificultad motora pueden viajar sin limitaciones a través de un discurso museográfico donde las obras están situadas en una ruta ideal.
El creador de este universo arquitectónico logró evitar el cansancio físico en el público espectador a través de una perfecta colocación lateral de bebederos de agua de doble altura y de sanitarios suficientes ubicados sabiamente. Una cafetería de amplios ventanales se descubre a medio camino del recorrido y se puede penetrar sin dificultades en salas más pequeñas que, como alas laterales, recogen exposiciones transitorias u obras de la muestra permanente.
Frank Lloyd Wright tuvo en cuenta siempre la escala de las necesidades de las que nos habla Maslow: su museo no agota, no aplasta, simplemente te sumerge en una experiencia única.
Actualmente, en una de sus salas se pueden observar las obras de artistas del Arte Povera como Mario Merz (1925-1903) y Jannis Kuonellis (1936-2017); en otra, podemos mirar con detenimiento obras de artistas impresionistas y postimpresionistas como Edouard Manet, Edgar Degas, Paul Cézanne, Vincent Van Gogh, Paul Gauguin.
Luego se retorna con facilidad a la rampa principal y se aprecia una exposición dedicada al Orfismo, estilo que marcó el tránsito del cubismo, el expresionismo y el fauvismo hacia el arte abstracto. Allí se pueden admirar las obras de Sonia Delaunay (1885-1979), Robert Delaunay (1885-1941) y del checo Frantisek Kupka (1871-1957),
entre otros artistas.
También en este espacio se recogen obras de Alexander Archipenko(1887-1964) con sus escultopinturas cubistas, de Piet Mondrian (1872-1944) con su rígida estructura, de Umberto Boccioni (1882-1916) con su dinamismo, de Mark Chagall(1887-1985) con sus parejas en vuelo sobre París, y de un Wassily Kandinsky (1866-1944) en evolución formal y espiritual.
El Guggenheim, “escultura con espacio interior” ergonómica, adaptable a las personas de todas las edades y situaciones físicas, integrador, equilibrado, conjuga todo lo que en un museo se puede desear: unidad, arte, funcionalidad, sentido lógico e inmensa belleza.