Nelson Encarnación
El covid-19, una de las muchas variedades de la enfermedad por coronavirus identificada por la ciencia médica, ha mostrado ser un virus de un comportamiento muy extraño, lo que ha puesta a los especialistas ante un reto enorme para poder rescatar a la humanidad de una tragedia que parecía el fin de la civilización.
Situaciones inexplicables han puesto a los médicos a romperse la cabeza estudiando qué sucede con este raro organismo que, por ejemplo, en África—el continente más pobre—están los índices de mortalidad más bajos que en Europa, por contraste la zona más rica del planeta.
En este continente está el caso de Haití, cuya débil economía cabe siete veces en la dominicana (un PIB de 13,000 millones frente al dominicano que ronda los 89,000), una población sobre 11,000,000 de habitantes en 27,000 kilómetros, registrando una densidad demográfica de 406 personas por kilómetro cuadrado, casi el doble de la nuestra.
La mascarilla en el vecino país fue un artículo exótico que pocos usaron, aun cuando era lo normal como parte de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y muy a pesar del permanente apretujamiento de personas en todos los ambientes haitianos.
Aun así, los registros de la pandemia en Haití reportan una incidencia bastante reducida—si bien las estadísticas haitianas también son bastante precarias—, de unos 31,000 casos y cerca de mil muertes.
En cambio, las cifras nuestras son elevadas si nos remitimos a las fuertes medidas adoptadas por las autoridades y el propio comportamiento ciudadano, consistentes, en principio, en el cumplimiento estricto del confinamiento, y posteriormente, en la continua observación de las recomendaciones.
Sin embargo, lo que motiva esta observación es lo que ha sucedido con el covid-19 en nuestro país, donde las más recientes estadísticas justifican el título de esta entrega.
Hemos tomado como referencia dos boletines de Salud Pública en un espacio de dos meses (21 de enero y 21 de marzo), en los que se reflejan números asombrosamente distanciados y dignos de estudio.
Por ejemplo, en el boletín 673, emitido por Salud Pública el 21 de enero, con la aplicación de 16,211 pruebas PCR, se reportaron 6,363 sacos positivos, mientras que en el reporte 732, dado a conocer este martes 21, de un total de 5,323 pruebas, resultaron apenas 16 contagiados.
Esa baja tan significativa se produjo, no obstante que a mediados de febrero pasado el presidente Luis Abinader anunció el fin de todas las restricciones, incluyendo el uso de mascarilla.
¿Cómo ha pasado el covid-19 de 6,363 casos positivos, aún con el uso masivo de mascarilla, a casi nulo ya sin esa protección? Es un fenómeno muy extraño.