Homero Luciano
Son varios los aspectos que conforman la identidad de una nación. La bandera, el escudo, y el himno nacional, que regularmente se denominan como símbolos patrios, son algunos de los elementos que nos permiten identificar a una nación determinada.
Mediante estos símbolos, podemos difundir los valores de nuestra historia, y de los personajes más importantes, que han forjado nuestros orígenes como nación soberana e independiente.
Un himno, cuando tiene como objeto ser el canto a la patria, refleja en su lirica un sentimiento que eleva el amor por la tierra donde hemos nacido, y su valor se multiplica cuando la nacionalidad se ve mancillada, cuando se entona en playas extranjera, o cuando este sirve de fondo para exaltar algún logro de un connacional en el campo intelectual, artístico, o deportivo.
La mayoría de los himnos nacionales, están conformado por su música y su letra. El himno nacional de España, conocido tradicionalmente como «Marcha Granadera» o «Marcha Real Española» es uno de los pocos himnos del mundo que no tiene letra, sólo música, y muy a pesar de los diversos esfuerzo que se han hecho para acompañarlo de sus letras, no ha habido manera de que el pueblo Español se ponga de acuerdo para estos fines… Ha sido imposible!.
El origen de este toque militar llamado La «Marcha Granadera», de autor desconocido, es una marcha que El Rey Carlos III la declaró Marcha de Honor el 3 de septiembre de 1770. Se le conoce también como «Marcha Real», porque se interpretaba en los actos públicos a los que asistían el Rey, la Reina o el Príncipe de Asturias.
En distintas épocas, España ha convocado a los más connotados intelectuales, escritores, músicos y poetas, en procura de encontrar las letras adecuadas para la marcha real. Se han presentado innumerables de creaciones para tal fin, pero no han llenado las expectativas del pueblo ibérico.
La marcha real, cual venus desnuda, espera aún los lienzos de su atavió, para cubrir su donosura, que al parecer es el celoso cuido, al que hace resistencia el imaginario del pueblo español, que prefieren, al oír sus compases, verla flotar libremente, sin la camisa de fuerza que le impondría unas letras, para hacerla suya, el onírico canto de un enamorado poeta, víctima tal vez, de un exagerado patriotismo.