María Fals
La autora es crítica de arte
En nuestro país el tema del Domingo de Ramos ha sido también tratado por pintores como el mocano José Inoa. En su trayectoria artística se destaca una obra de esta temática, pintada en acrílico, dentro de un gran formato donde predomina la horizontalidad, con un estilo cercano al cubismo.
A través de los siglos diversos pintores del mundo han trabajado el tema del Domingo de Ramos, día en que Jesús entró a Jerusalén montado en el lomo de un burro, en el que las personas lo recibieron con entusiasmo y reverencia, con palmas como señal de bienvenida y exaltación a su grandeza, durante el período previo a su captura, muerte y resurrección.
Este tema no ha sido de los más frecuentes en la pintura religiosa de origen cristiano, pero a lo largo de los siglos, artistas anónimos y conocidos maestros lo han tratado. En la iglesia ortodoxa, desde el medioevo se ha trabajado artísticamente de manera frecuente estos temas en íconos de carácter anónimo, acompañados de escrituras que identifican a los personajes.
Dentro del catolicismo, el Domingo de Ramos fue representado durante el gótico italiano por Pietro Lorenzetti (1280-1348) quien pintó fundamentalmente en las ciudades de Asís, de Arezzo y de Siena. Su pintura al fresco, Cristo entrando a Jerusalén, realizada entre 1320 y 1330, se conserva en la Basílica inferior de San
Francisco de Asís.
En ella se aprecian tres grupos de figuras, la primera de izquierda a derecha es la de los apóstoles, en la que Judas aparece con rostro duro y su cabeza carece de la aureola de santidad; en el centro está Cristo con su manto azul, sentado sobre su cabalgadura, y ante él se reúne el pueblo, que le recibe alfombrando su camino con una manta, mientras uno tiene palmas en las manos y otros se aprestan a retirar ramas de los árboles para darle la bienvenida. El detalle y colorido de las murallas esexquisito, destacándose los balcones, los arcos, los mosaicos y relieves sobre sus muros.
El artista italiano Giotto (fallecido en 1337), verdadero puente que acerca el arte gótico al renacentista, maestro del gesto, del color y uno de los pioneros del trabajo de la perspectiva y el claroscuro, muestra a Cristo acompañado de sus apóstoles, rodeados de personas que le rinden homenaje, que se inclinan y arrodillan a su paso cuando están a las puertas de las murallas de Jerusalén; detrás, dos campesinos, subidos a
dos arbustos, están cortando sus ramas.
Una de las xilografías (grabados en madera) de Alberto Durero (1471-1528), artista alemán del Renacimiento, narra este hecho en una obra de formato vertical, donde las figuras se agrupan de forma más cercana y dinámica, pero manteniendo la estructura ternaria con la cual se distinguen algunos apóstoles, el propio Cristo, de cuya cabeza brota una luz inmanente, y los personajes que lo reciben con palmas en las manos.
En segundo plano y con una perspectiva oblicua, se observa una palma datilera junto con otros árboles y las altas murallas. Toda la obra respira energía y fuerza, captando el realismo de las expresiones psicológicas de todos los representados.
El pintor francés del siglo XIX Félix Lois Leullier (1811-1882), perteneciente al romanticismo y discípulo de Antoine-Jean Gros, trabajó frecuentemente los temas religiosos. Esta obra posee una composición apaisada, colocando al fondo los monumentales muros de la ciudad y su arco de entrada; en el centro sobresale la figura
iluminada de Cristo, rodeada los apóstoles y las diferentes personajes que lo reciben, entre ellos la Virgen, una madre con su hijo y una persona con una vasija sobre su cabeza.
En nuestro país el tema del Domingo de Ramos ha sido también tratado por pintores como el mocano José Inoa. En su trayectoria artística se destaca una obra de esta temática, pintada en acrílico, dentro de un gran formato donde predomina la horizontalidad, con un estilo cercano al cubismo.
En ella se puede apreciar la imagen del sol y de una paloma, que es símbolo del Espíritu Santo. Las figuras humanas que rodean al Cristo y su burro se reducen a siete, dos de los adultos portan palmas y los dos niños llevan flores en las manos. Esta obra transmite artísticamente de forma sintética el mensaje de amor, de fe y de
resurrección que nos trae cada Semana Santa.