Nuestro cuerpo transmite constantemente información sensible sobre nuestras intenciones, sentimientos y personalidad. Incluso cuando estamos quietos o en silencio, los gestos, las posturas, las expresiones faciales y la apariencia hablan por nosotros, y pueden resultar muy elocuentes.
El lenguaje corporal nos acompaña desde mucho antes de convertirnos en humanos, está fuertemente vinculado con la parte emocional, intuitiva e instintiva de nuestro cerebro, y se desarrolla principalmente en el plano inconsciente. De ahí su importancia, y también su desconocimiento.
El instinto y las emociones son fieles amigos desde mucho antes de que naciera la razón. Por muy inteligentes y racionales que nos creamos, lo cierto es que la conducta no verbal, las emociones y el inconsciente manejan nuestra comunicación.
El psicólogo Robert Plutchik dividió las emociones en 8 categorías básicas con funciones específicas para la supervivencia: temor, sorpresa, tristeza, disgusto, ira, esperanza, alegría y aceptación. El resto son combinaciones de estas emociones primarias.
Las emociones varían en su grado de intensidad. Por ejemplo, la ira es menos intensa que la furia y más intensa que el enfado.
Cuanto más intensa es una emoción, más motivará una conducta afín a ella. Combinadas, dan lugar a 8 emociones avanzadas: amor, sumisión, susto, decepción, remordimiento, desprecio, alevosía y optimismo, cada una de ellas compuesta por dos emociones básicas.
Las emociones se van combinando en díadas primarias, que formarán las emociones avanzadas, y por díadas secundarias y terciarias, que dan lugar a emociones menos frecuentes.
La manifestación de cada una de esas emociones se refleja en nuestro cuerpo y va dejando marcas en nuestro rostro, que comienzan con las líneas de expresión facial, que aparecen por las contracciones musculares que se hacen de manera repetitiva cuando se sonríe, se frunce el ceño o se está preocupado constantemente, por ejemplo. Pero si esas líneas se profundizan, se convierten en arrugas.
La esteticista y directora de Assul Spa en Bogotá, María Isabel Fuentes, explica la diferencia: “Al hacerse repetitivas y excesivas las líneas de expresión, se pueden convertir en arrugas, que se forman con una cicatriz profunda en la piel, haciéndose permanentes y no solo cuando gesticulamos”.
Y da una clave para entender: “Son las líneas que se ven si estás completamente quieto, con el rostro en reposo. Son marcas permanentes”.
Estas aparecen, según la experta, además de la excesiva gesticulación, por el debilitamiento o un rompimiento del colágeno y la falta de hidratación.
Así que la mejor forma de prevenirlas, aconseja, “es usar una buena hidratación de la piel, un buen tratamiento antienvejecimiento y cuidarla con una alimentación sana y buenos hábitos de limpieza, prevención y cuidado”.
Fuente: elTiempo