Página Abierta
Julio G. Andújar Scheker, Ph.D
(Asesor Económico de la Gobernación y del Banco Central)
En los últimos años ha sido frecuente observar una visión más positiva de la economía dominicana y sus perspectivas por parte de organismos multilaterales, compañías calificadoras de riesgo y bancos de inversión internacionales que la que se percibe entre instituciones, grupos de interés, economistas y analistas dominicanos.
Llama la atención que ese contraste de visiones perdura e incluso se ha ensanchado luego del inicio de la pandemia del coronavirus, observándose grandes diferencias entre las proyecciones de entidades públicas, privadas y multilaterales de carácter internacional y las previsiones que se ventilan en la opinión pública nacional.
El contraste no es trivial si se tiene en cuenta que la percepción más favorable de los actores internacionales se ha reflejado a través de los años en un incremento de los flujos de inversión extranjera directa al país, en una mayor participación de inversionistas foráneos en las emisiones de bonos locales y en reportes cada vez más positivos de las compañías calificadoras
de riesgo sobre la economía dominicana.
Preservar estos avances debería ser un objetivo nuestro como nación, por lo que debemos evitar que las expectativas locales eclipsen la imagen positiva que se tiene de la economía del país en la comunidad internacional.
El impacto económico de la crisis sanitaria desatada por la propagación del Covid-19 ha sido un fenómeno global sin precedentes. Ante la crisis de salud, países de los cinco continentes se han visto obligados a aplicar medidas de aislamiento social para proteger a la población más vulnerable de los efectos del virus, lo que ha provocado recesiones, pérdidas de empleo y significativas caídas en el consumo y la inversión. El resultado final ha sido una reducción del bienestar social tanto en países industrializados, como en economías emergentes o en vías de desarrollo.
Como resultado de esta cadena de sucesos, los organismos oficiales, las instituciones multilaterales, los bancos de inversión y las entidades encargadas de hacer proyecciones a nivel global, iniciaron un proceso de revisión a la baja de sus pronósticos anteriores, prediciendo en la mayoría de los casos contracciones del producto que hacían evidente la necesidad de una coordinación internacional para aminorar los efectos económicos de la pandemia y evitar un incremento de la pobreza y la desigualdad a nivel mundial.
No obstante este panorama sombrío, una constante que se observó en las proyecciones de América Latina, era que existía una especie de consenso a nivel de distintas instituciones internacionales, de que República Dominicana sería una de las economías menos afectadas en la región.
Por ejemplo, en las proyecciones iniciales de organismos como el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y de entidades privadas internacionales el banco Scotiabank, República Dominicana aparecía como uno de solo dos países en la región que evitarían el crecimiento negativo en el año 2020.
Posteriormente, en la medida que las condiciones de la crisis sanitaria se fueron endureciendo, el Banco Mundial revisó su proyección a una caída de 0.8 % para la economía dominicana en 2020, una cifra que contrasta de forma marcada con el promedio de América Latina que apunta a un colapso de la producción de -7.2 % en el presente año.
Aún en el caso de otras instituciones que han pronosticado caídas como el Fondo Monetario Internacional (-1.0 %) y las calificadoras Standard and Poor’s y Fitch (-2.0 %), sus previsiones han sido moderadas siempre indicando que la economía dominicana sería la menos afectada en la región, exceptuando a Guyana, nación que el pasado año descubrió una abundante reserva petrolera.
En contraste con estos pronósticos que indican, si se quiere, una visión optimista sobre la economía dominicana frente a la pandemia en el contexto regional, las proyecciones realizadas por los economistas dominicanos y por diversas instituciones presentan un panorama más crítico y desalentador, rayando en ocasiones en el pesimismo extremo.
En ese sentido, a nivel doméstico existen instituciones que incluso han llegado a plantear la posibilidad de una caída de dos dígitos, un fenómeno no visto por estos lares, mientras en el entorno internacional además de las previsiones de crecimiento que sitúan a RD en una posición líder a nivel regional, los análisis de múltiples bancos recomiendan mantener o incrementar posiciones en instrumentos dominicanos.
Tal es el caso del banco de inversión Bank of America (BofA) que en un informe reciente define a República Dominicana (RD) como la economía más resiliente de toda América Latina y la más diversificada entre los países caribeños donde el turismo es importante.
BofA entiende que el precio actual de los bonos dominicanos en los mercados internacionales no refleja esta extraordinaria capacidad de recuperación ni toma en cuenta el nivel de diversificación del aparato productivo del país, por lo que recomienda a los inversionistas incrementar sus posiciones, principalmente en el bono que vence en 2030.
Para el área de investigación de esta institución privada internacional, aun en el peor de los casos la recuperación del turismo y de las remesas de RD será más rápida y menos traumática que en otros países del área, beneficiándose de dos noticias positivas recientes.
Por un lado, el mercado laboral de Estados Unidos ha evolucionado mejor de lo esperad alcanzando la última cifra de desempleo 13.3 % en vez del 19.0 % que esperaba el mercado.
Asimismo, el desempleo de la comunidad latina bajó de 18.5 % a 17.2% entre abril y mayo, indicando mejores condiciones para el envío de remesas por parte de la diáspora dominicana.
De hecho, los últimos datos para el mes de mayo de las remesas de dominicanos en el exterior reflejan estos cambios favorables en el mercado laboral. En efecto, durante ese mes se recibieron remesas por unos US$ 639 millones para un crecimiento de 17.9 % interanual, una recuperación extraordinaria luego de la caída de más de 30.0 % del mes de abril.
Esta tendencia deberá mantenerse en el futuro en la medida que los sectores generadores de divisas logren una apertura gradual de su actividad productiva.
Por otro lado, Bank of America advierte que las expectativas negativas en torno al turismo dominicano podrían ser excesivas si se toman en cuenta dos elementos que apuntarían a una caída del turismo menos abrupta que la prevista inicialmente. Primero, como es conocido, aproximadamente un 40.0 % del turismo dominicano proviene de Estados Unidos y, en este país, se ha observado una rápida recuperación de las reservas para vuelos domésticos de las aerolíneas.
No hay razón para pensar que cuando RD abra su turismo el primero de julio no ocurriría algo similar en las reservas de estadounidenses para vuelos al país. En segundo lugar, el área de investigación de BofA compara la estructura de la economía dominicana con la de otros países de la región, llegando a la conclusión de que, a pesar de ser un país turístico, dada su diversificación, RD es menos dependiente que otras naciones de esta actividad, ya que la participación del turismo en el Producto Interno Bruto (PIB) es de un 7.5 %, mientras los ingresos por turismo en la balanza de pagos ascienden a 8.4 % del PIB.
Más allá de los planteamientos de Bank of America, los argumentos a favor de la resiliencia y la diversificación de la economía dominicana como factores que ayudarían al país a sortear el impacto turístico de la pandemia mejor que otras naciones son frecuentes en los análisis internacionales.
Recientemente, el banco de inversión inglés Barclays recomendaba a sus clientes a asumir posiciones en el bono dominicano por encima de las colocaciones de otros países caribeños que viven del turismo como Jamaica, destacando además de la resiliencia y la diversificación, los fuertes fundamentos macroeconómicos del país.
El tema de la valoración de los fundamentos macroeconómicos es esencial para comprender por qué las previsiones internacionales sobre la economía dominicana son consistentemente más positivas que las proyecciones locales.
Mientras internamente se destacaba que la economía dominicana había reducido su crecimiento de un promedio de 6.5 % en los últimos cuatro años a “apenas” 5.0 % en enero-febrero 2020, externamente se destacaba a RD porque al momento de iniciar la pandemia crecía en torno a su potencial, con baja inflación y cuentas externas y fiscales sanas para los estándares regionales, mientras América Latina en promedio estaba a las puertas de una recesión.
En otras palabras, para la comunidad internacional y así lo hizo saber, la economía dominicana estaba mejor preparada para enfrentar la crisis que se avecinaba que prácticamente todas las economías de la región.
La importancia del posicionamiento que tenía la economía dominicana antes de la irrupción del Covid-19 no debe ser subestimada.
Como la mayoría de las naciones del mundo, República Dominicana, en una elección a todas luces correcta que daba prioridad al problema sanitario sobre el económico, decidió clausurar las fronteras, prohibir los vuelos, aislar socialmente a la población y cerrar todas las actividades económicas que no fueran esenciales para el desenvolvimiento de la vida en medio de la pandemia. Adicionalmente, introdujo el estado de emergencia y el toque de queda, vedando las aglomeraciones y los eventos de masa.
El cierre del turismo y de la construcción y la caída de sectores como el transporte, la manufactura local, las zonas francas y la minería tuvieron efectos significativos en marzo y abril que borraron las ganancias de producción de enero y febrero.
En consecuencia, cifras preliminares muestran que la economía dominicana disminuyó 7.5 % en términos interanuales en el periodo enero-abril.
No obstante esta caída, múltiples indicadores económicos apuntan a que la economía tocó fondo en abril y que a partir del inicio de la desescalada del aislamiento social ha habido una gradual recuperación.
Impulsado por un conjunto de medidas monetarias y financieras adoptadas por el Banco Central, el crédito al sector privado en moneda nacional ha acelerado su crecimiento situándose al cierre de mayo en 13.8 % interanual. Asimismo, la política fiscal ha estado concentrada en preservar el empleo y mitigar la pérdida de ingresos de la población dominicana, lo que ha contribuido a moderar la caída del consumo y la inversión.
La percepción de la comunidad internacional es que el paquete fiscal implementado para combatir la pandemia es moderado si se le compara con los estándares internacionales (BofA), por lo que la economía dominicana se mantendría en una senda sostenible de deuda, algo que está por verse para otros países de la región.
En el sector externo, la recuperación de las remesas en el mes de mayo sitúa la caída interanual en apenas 4.6 %, lo que indica un dinamismo extraordinario luego del colapso de abril en que cayeron 32.5 % interanual.
Este patrón de comportamiento hace prever que, como ocurrió en la crisis financiera internacional de 2008, el impacto en las remesas de la crisis del Covid-19 será menor en RD que en el resto de los países de la región.
En cuanto al turismo, cierto es que la llegada de turistas disminuyó 44.9 % al mes de abril en RD. Sin embargo, si ponemos este dato en perspectiva con lo que está ocurriendo en el mundo, se puede intuir una senda de recuperación más favorable.
Por ejemplo, según la firma inglesa Forward Keys, la llegada de turistas entre el 1 de enero y el 2 de mayo del presente año cayó más abruptamente en el resto del mundo que en República Dominicana y el Caribe, disminuyendo 61.8 % en Asia-Pacífico,
56.1 % en Europa, 48.6 % en África y Oriente Medio y 47.4 % en Norteamérica
Una visión más optimista de la economía dominicana para el segundo semestre no indica que estemos exentos de los grandes retos que enfrenta la humanidad ante la pandemia del coronavirus.
Tampoco implica que si no hacemos la tarea estaremos totalmente libres de experimentar una recaída en el número de casos que ponga en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario. La crisis sanitaria desatada por el Covid-19 no tiene un referente para la humanidad al menos en el último siglo.
A lo que, si ayuda esta visión, particularmente inherente a la comunidad internacional es a alinear las expectativas, a recuperar la confianza y a involucrar a las empresas y a los hogares de forma más directa en el futuro económico de nuestro país. La confianza es clave para el consumo y la inversión.
Expectativas positivas y buenas políticas son condiciones necesarias y deberían ser también suficientes para retomar el camino del crecimiento y el desarrollo.