Por María Fals
M.A.Crítica e Historiadora del Arte
Una de las más gratas e instructivas experiencias educativas de mi vida es la que la que estoy teniendo todos los sábados, desde el 5 de febrero, en horario de 9.00 a.m. a 12.00 m. a través del curso taller El Caribe en sus artes, impartido por la doctora Yolanda Wood, una especialista cubana en estudios caribeños, poseedora de amplios conocimientos sobre el tema. Esta oportunidad de aprendizaje concluirá formalmente el 21 de mayo del 2022.
Escuchar sus explicaciones precisas, sencillas, profundas, me han demostrado una vez más que la verdadera sabiduría de un maestro está dada en su capacidad de comunicar y de establecer un puente de saberes entre facilitador y participante, no en la auto- vanagloria, hueca de significados.
Este espacio constituye una ventana abierta a temas de amplia repercusión en nuestras vidas como la identidad, los orígenes, el colonialismo cultural y la evolución del arte y la cultura caribeña a través de los tiempos.
En encuentros anteriores, comenzamos con las rutas de poblamiento de las culturas indígenas originarias, de las migraciones indígenas desde la cuenca del Orinoco hasta el Oriente de Cuba a través del arco de Las Antillas y los posibles orígenes de los indios guanahatabeyes del Occidente de Cuba y los contactos con las grandes culturas de América Continental, evidenciados en restos arqueológicos.
También estuvimos compartiendo sobre el interesante tema de las construcciones militares de españoles, de franceses, ingleses y holandeses y de otras potencias en el Caribe Insular y Continental, las semejanzas y diferencias entre sus fortalezas y sus adecuaciones más o menos efectivas al espacio geográfico en que quedaron enclavadas.
En el día de hoy pude observar la similitud entre la forma rómbica de los baluartes del fuerte La Roche en La Tortuga y los del Castillo de la Fuerza en La Habana, los sistemas defensivos de Fort Zeelandia en Surinam elaborados con rocas foráneas por la escasez de piedra en la zona donde está ubicada. Todo esto me hizo recordar el título de una obra de Miguel Barnet: “La fuente viva”, pues nuestra facilitadora es una fuente de conocimientos que comparte su caudal con todos los que se acerquen a ella.
Reafirmamos nuestras informaciones sobre la diversidad de construcciones domésticas adaptadas al clima que utilizaban techos a dos aguas, que derramaban las lluvias en canaletas que llevaban su valioso contenido a un aljibe o receptáculo ubicado en el patio. Penetramos en el confort y el lujo de las casas de plantaciones azucareras coloniales de Barbados y Martinica, construidas con el sudor y la sangre de la mano de obra esclava y terminamos analizando los aportes africanos a nuestras culturas en el ámbito artístico y cultural.
Todo esto me hizo cuestionarme una vez más las causas de una educación en las artes de carácter euro centrista en nuestras altas casas de estudios, en el por qué conocemos más de las pirámides de Egipto que de las de la Riviera Maya, las motivaciones por las cuales la materia de Arte Latinoamericano se imparte a tan pocas carreras y los Estudios Caribeños sólo se analizan en Maestrías y Talleres de Postgrado así como las razones por las que los textos dedicados a estudios de arte latinoamericano y caribeño y a temas de folclor son tan escasos.
Es trascendente, para que aprendamos a apreciar lo nuestro, que en clases de Educación Artística, de Ciencias Sociales, de Estudios Culturales, de Historia del Arte, Estética y áreas afines, tanto curriculares como extracurriculares, en todos los niveles educativos, se trabajen temas como estos, se insista en una visión más amplia de los mismos y en el análisis de lo más cercano y propio, en la comprensión de todo este Caribe que nos une para poder entendernos a nosotros mismos y valorar los aportes de nuestros pueblos a la cultura universal en su real y significativa medida.