María Fals
La autora es crítica de arte
El barroco es un estilo artístico surgido a finales del siglo XVI en Italia, que posteriormente se extiende a otros países de Europa y a la América Colonial. Entre las condicionantes de sus orígenes están la superación del orden y la medida propios del arte renacentista y el deseo de desarrollar un arte de propaganda religiosa y monárquica.
Era el período de surgimiento y desarrollo del luteranismo y otras iglesias reformadas como el Calvinismo, que abogaban por el no uso de imágenes, la pureza de la fe y el acercamiento a Dios sin intermediarios. El surgimiento de estas tendencias religiosas derivó en enfrentamientos de tipo político como el que tuvo que enfrentar Carlos I de España y V de Alemania con sus súbditos alemanes protestantes.
El Concilio de Trento (1545-1563) pone especial interés en la representación de vírgenes y santos, no aceptadas por el protestantismo. De esa manera, propició un arte emotivo, lleno de elegancia, lujo y super decoración como forma de atraer a la Iglesia Católica los fieles que ésta había perdido. Ese fue el llamado arte barroco.
Existen diferentes criterios sobre el origen de la palabra barroco: para algunos proviene de del griego baros que quiere decir pesado, otros plantean que viene de la palabra barochio que en el dialecto florentino significaba engaño. El significado más aceptado es que viene de la palabra portuguesa barocco que significa perla irregular.
Cualquiera que sea el origen etimológico del término, el barroco se caracterizó por todos los rasgos de esas acepciones: por su pesadez, su carácter irregular y curvilíneo y por crear espacios hermosamente decorados, dramáticos e irreales que le dan fuerza a su mensaje cortesano o religioso.
En la arquitectura, en Italia se desarrollan las creaciones de Lorenzo Bernini (1598- 1680) como la plaza y columnata de San Pedro del Vaticano (1656-1667) donde convergen las formas trapezoidales con la estructura oval, creando un espacio abierto, integrado y continuo que sirve de marco escenográfico a la catedral de San Pedro, cuya fachada es obra del también barroco Carlo Maderna (1556-1629).
Una obra de Bernini que no se puede dejar de mencionar por su importancia y por el uso de sus columnas salomónicas en bronce es el Baldaquino (1623-1634), colocado bajo la cúpula de la ya mencionada Catedral de San Pedro. Esta obra tiene más de 28 metros de altura y en ella se fusionan de forma magistral la escultura en bronce y la arquitectura.
Otro gran arquitecto italiano fue Francesco Borromini (1599-1667), quien inicialmente fuera colaborador de Maderna y Bernini y posteriormente desarrolló una obra independiente de alta calidad, entre cuyos legados se encuentra la iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes (1634-1682) que fue terminada póstumamente por su
sobrino Fernando Castelli Borromini.
En San Carlos de las Cuatro Fuentes el muro fluye en forma sinuosa, creando una ruta de cóncavos y convexos en su fachada. Su plano oval es muy complejo y su cúpula, también ovalada y fragmentada, es una de las estructuras arquitectónicas más hermosas del arte barroco universal.
En la escultura se destaca Stefano Maderno (1576-1636) quien fuera un artista puente entre el manierismo y el barroco. Su obra más conocida es el Martirio de Santa Cecilia, ubicada en la basílica dedicada a esta santa en el Transtévere en Roma, Italia. En ella representa con gran realismo el cuerpo caído y sin vida de Santa Cecilia, con el rostro contra el suelo y sus manos tendidas delante de su cuerpo. Los pliegues del ropaje demuestran el virtuosismo de este gran escultor.
El ya nombrado Francesco Borromini fue, a su vez, un genial escultor, con obras de temática variada como el “Apolo y Dafne” de carácter mitológico, el “Busto de Luis XIV” y “El Éxtasis de Santa Teresa”, representación del amor divino y la entrega al mensaje de Dios. Refiriéndonos específicamente “El Éxtasis de Santa Teresa”, vemos en ella la importancia que Bernini y el Barroco en general atribuían a la policromía y la diversidad de materiales, a la infinitud espacial y a la luz cenital.
La pintura contó con figuras como Miguel Ángel da Merisi, conocido como El Caravaggio (1571-1610) y Bartolomeo Manfredi (1582-1622). Caravaggio, hombre de carácter tempestuoso, fallecido tempranamente, aportó el tenebrismo, técnica que enfatiza los contrastes de luces y sombras a través de un agresivo claroscuro que resalta dramáticamente los puntos de tensión de las escenas representadas. Entre sus obras destacan “La Buenaventura” de carácter costumbrista y popular, sus varios autorretratos y sobre todo, sus temas religiosos como “La muerte de la Virgen”.
Bartolomeo Manfredi tuvo una fuerte influencia del tenebrismo de Caravaggio, trabajando el tema popular con escenas de tabernas, el religioso en obras como “Caín y Abel” y el mitológico representado en obras como “Apolo y Marcias”. Manfredi, maestro del color, juega en sus creaciones con la fuerza dramática de las luces y de las sombras, que rompen la clara delimitación de las figuras, lograda por las líneas de cierre marcadas.
Este universo de caos y orden, de exaltación de la pasión y de la fe llamado barroco, que continuaremos profundizando en próximos artículos, es un canto a la belleza, a la profundidad de la fe, y constituye uno de los pasajes más bellos de la Historia del Arte Occidental.