María Fals
La autora es crítica de arte
El término clásico se aplica a aquellos productos de la cultura humana que trascienden en el tiempo, reinterpretándose cíclicamente, negándose o superándose, para siempre volver a través de una espiral de superación y lucha dialéctica, en la que siempre se conserva la esencia de ese pasado que a veces queremos negar.
El criterio aristotélico de orden y medida, así como el canon de Polícleto, se repitieron más de mil años después en las concepciones arquitectónicas renacentistas de León Bautista Alberti, quien planteaba que lo bello era la proporción y armonía entre las partes. Los frontones del Partenón renacieron, ya en el neoclasicismo, en la Iglesia de la Magdalena de la Francia de Chalgrin y en la fachada de la Escuela de Minería del arquitecto Manuel Tolsá en la Nueva España.
La arquitectura postmoderna de finales del siglo XX y de inicios del siglo XXI, hace reinterpretación o parodia de las columnas, de los entablamentos, de cada uno de los detalles de la Grecia Antigua, liberándolos de su sentido lógico y estable, tomando los elementos al azar, revistiendo de caos el orden oculto de las cosas, como sucede en la Plaza Italia en New Orleáns, EE. UU. diseñada por Charles Moore a finales del siglo XX.
El arte griego fue redescubierto, decodificado para generaciones más actuales por Johann Winckelmann (1717-1768) quien, a través de sus estudios arqueológicos y sus escritos sobre la historia del arte, dejó una periodización detallada de este que se mantiene vigente hasta el hoy.
El arte de la Grecia antigua tiene sus raíces en las llamadas culturas prehelénicas: la minoica (siglo XX A.C-siglo XV A.C) y la micénica (siglo XVII A.C.-siglo XI A.C.). La primera aportó amplios palacios de planos indefinidos, columnas rojas invertidas y bellos murales, así como una cerámica decorada con escenas de costumbres y animales marinos.
La micénica se caracteriza por sus redondeadas tumbas de tholos, sus murallas, la riqueza de sus máscaras funerarias en oro y la hermosura de sus cerámicas, que recreaban temas bélicos y animalísticos. Los micénicos aportaron también el megarón, que fue la base del plano del futuro templo griego. El megarón o gran salón, contaba con un pórtico dotado de columnas de capitel redondeado, un vestíbulo y una sala principal.
Posteriormente, hasta el siglo VIII A.C. se extiende la etapa oscura u homérica, donde predomina la madera como material fundamental en la arquitectura y la escultura, del cual se conservan pocos testimonios arqueológicos, pero sí se mantiene el legado maravilloso de los poemas épicos de “La Ilíada” y “La Odisea”, que fueron transmitidos oralmente de generación en generación, gracias a los cuales conocemos la prudencia de Odiseo y la valentía de Aquiles.
Ya en el siglo VIII A.C., con la primera Olimpiada (776 A.C), comienza el período arcaico, que deja a la posteridad las masculinas y atléticas formas desnudas de los kuroi y de las korai, muchachas con largos vestidos que llevaban ofrendas a los templos. Estas figuras pétreas, con su sonrisa arcaica y sus posiciones rígidas, siguen superando los avatares del tiempo. En esta etapa aparecen y se consolidan modelos arquitectónicos griegos como el severo dórico y el elegante jónico de volutas curvilíneas.
En el período clásico de los siglos V A.C. y IV A.C. la escultura cae en el realismo idealizado y es portadora de cuerpos en la plenitud de la belleza. Se crea el canon de Policleto de la cabeza como sétima parte del cuerpo a partir de los tobillos, cuyas medidas se mantienen hasta hoy en la enseñanza académica del dibujo anatómico.
A finales de este ciclo, se desarrolla paulatinamente el orden corintio con sus exuberantes hojas de acanto, cuyas huellas aún son visibles en aquellos edificios de la arquitectura actual que imitan la antigüedad, como Sainsbury Wing, nueva casa de la Galería Nacional en Londres, en cuyo diseño participó Robert Venturi y que fue inaugurada el 9 de julio de 1991.
En el período helenístico (siglo IV A.C. -siglo I A.C.), el arte griego se extiende por territorios del Oriente, de África y por nuevas tierras de Europa a través de las conquistas de Alejando de Macedonia y sus generales. Ellos dejan su legado en el norte de la India en la escultura de época Gupta, en la estatuaria del período Tolemaico en Egipto, en el Pérgamo del Altar de Zeus.
Posteriormente, el arte de la Roma Imperial lo asume y reinterpreta, fundiéndolo con sus arcos de medio punto, con su sentido pragmático y utilitario de todas las cosas, con sus habilidades de ingenieros y de estrategas, con su ego desbordado eternizado en las estatuas de Augusto, de Claudio, de Nerón y de otros emperadores. Hoy en día, el arte griego y romano son un todo, una unidad en la diversidad, llamado arte grecolatino.
El Renacimiento, el manierismo, el propio barroco a pesar de su recargamiento y libertad decorativa, el neoclasicismo con su vuelta a la estética formal y conceptual del clasicismo griego, e incluso, determinados estilos de la arquitectura actual son herederos de esa raíz llamada arte griego de la antigüedad, que se mantiene aún viva para las futuras generaciones como alegoría de que lo bello nunca debe morir.