María Fals
M.A.Crítica e Historiadora del Arte
Una de las preguntas más difíciles de responder que he realizado a mis alumnos de las carreras de Artes en la Universidad Autónoma de Santo Domingo es: ¿Qué es el arte?
Generalmente, a través de una lluvia de ideas, comienzan a aflorar aspectos importantes de un concepto tan controversial con el que los teóricos del arte y de la estética no han logrado ponerse de acuerdo.
Generalmente, pronuncian palabras que nacen en sus mentes como conceptos predefinidos: creación, placer, belleza, expresividad. Entre todos logramos construir un concepto con el que poco a poco nos vamos sintiendo identificados llegando a establecer, con variantes de acuerdo con el grupo gestor del concepto, que el arte es una expresión creadora donde las personas elaboran ideas, formas físicas o virtuales que reflejan la realidad que les rodea y al mismo tiempo su propia sensibilidad, su subjetividad.
Muchos también me dicen que expresa lo bello, categoría que para ellos se identifica tradicionalmente con el arte. Intercambiando criterios, en forma dialógica, les muestro dos obras de Goya: La Maja Vestida y el Saturno Devorando a su Hijo. Entonces les pregunto que si la figura de ese dios de ojos desorbitados y boca devoradora es bella. De forma unánime me dicen que no. Comienzan así a entender que el arte también puede expresar lo feo y lo bajo. Poco a poco van logrando penetrar en otras categorías como son lo sublime, antinomia de lo bajo, lo trágico y lo cómico.
El arte utiliza las categorías estéticas como modo de expresión, permitiendo así la aprehensión de la realidad desde el punto de vista emocional y concreto, la catarsis, la expresión de los sentimientos ocultos en el alma humana. Por eso la expresión artística tiene diversas funciones. Tradicionalmente ha tenido una destacada función religiosa, desde los toros prehistóricos pintados las paredes de las cavernas hasta los frescos de la Sixtina.
La función estética del arte como expresión del pensamiento sensible es altamente significativa, así como la función ideológica, la comunicativo-memorial y, por supuesto, la función educativa.
Es a esta última función a la que quiero referirme con más detalle. El arte es una forma altamente efectiva de aprender, según se expresa en el texto Fundamentos del Currículo, tomo II, libro base de los currículos y textos de educación artística de la República
Dominicana desde la década del 90.
Concuerdo plenamente con lo planteado en el documento anterior, porque a través de mis prácticas docentes en la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, he podido comprobar cuánto facilita el aprendizaje de los diferentes contenidos curriculares de otras materias.
En el caso de los niños, que tienen un mayor desarrollo del pensamiento concreto que del abstracto, aprenden de lo que ven, escuchan y sienten. Lo artístico, al provocar placer estético, les atrae y les facilita ir formando imágenes cada vez más abstractas.
También en la adolescencia y la adultez se produce la necesidad de tener referencias concretas que provoquen placer y un conocimiento significativo para entender mejor las abstracciones, lo que llamamos aprendizaje emocionante basado en la percepción y creación de formas artísticas de alto contenido estético.
Por otra parte, la imagen artística se da a través de signos y símbolos que transmiten un mensaje. Tiene un doble carácter: cognoscitivo y valorativo, uniendo así lo racional y lo emocional, lo objetivo y subjetivo. Lo emocional, intuitivo y sensible también es una forma de conocer el mundo que es complementada a través del pensamiento lógico y abstracto. Por eso, el arte y lo estético permiten un aprendizaje más integral, un aprendizaje verdaderamente significativo.
La educación estética o artística es un eje transversal que recorre todo el currículum educativo a cualquier nivel y permite un mejor aprendizaje. La enseñanza, al igual que el arte, es un modo de comunicación. Por tanto, el uso de recursos artísticos debe ser un auxiliar para que los maestros puedan comunicar un determinado contenido, desarrollando al mismo tiempo en sus educandos la capacidad de interpretarlo de forma personal, fomentando su pensamiento crítico.
Otro rol muy importante del arte y de la educación artística está dado en el desarrollo del pensamiento ético, en la promoción de actitudes positivas de comportamiento en sociedad.
Hemos sido testigos del debate en las redes sociales que ha creado la controversial premiación internacional como compositor del año de un cantante con letras simplistas, que objetualizan a la mujer y que promueven la estética de lo bajo.
Eso es un vivo ejemplo de la necesidad de promover una educación estética contracorriente, que promueva a través del arte, la solidaridad, el amor, el respeto, la tolerancia, la resiliencia y otros valores, que nos ayudarán a salir de la profunda crisis en que nos encontramos en todos los órdenes: económico, sanitario, social, existencial. El Covid 19 solo ha sido un catalizador de ese momento que ya se sentía venir.
Todo arte es portador de un mensaje ético, ya sea positivo o negativo para la colectividad. De la sociedad, del sistema educativo y de todos actores sociales y estatales, depende cultivar un gusto estético que contribuya a hacer crecer el bien común, que promueva una postura social y ética positiva.
Se necesitan seres humanos de bien, creativos, críticos, renovadores, sujetos sociales que aporten soluciones a los grandes retos que enfrentamos.
Es urgente el propiciar un arte y una educación artística, a nivel local y mundial, que fomente el pensar con criterios objetivos, y al mismo tiempo, sensibles, que promueva un alto nivel desarrollo humano, donde lo bueno lo bello y lo verdadero sean las tres caras de una trinidad platónica que ilumine la vida y nos permita seguir adelante, rumbo a la esperanza.