María Fals
La autora es crítica de arte
El arte es una forma en la que el espíritu humano se eleva por encima de lo cotidiano. Refleja la realidad, permite al ser humano expresar sus emociones, sus concepciones del mundo, su forma de ver el pasado, de sentir el presente y de avizorar el futuro. Al mismo tiempo, es un puente que lo vincula a realidades más espirituales y le permite ver lo intangible, lo que supera los sentidos, pero que existe dentro y fuera de su conciencia.
Artistas como El Bosco pudieron recrear, antes de la muerte física, los horrores sádicos del infierno, el castigo con un deje placentero de los pecados en el purgatorio y la santidad y paz del paraíso a través de un tríptico inolvidable que hizo aliviarse del dolor de la gota a un moribundo Felipe II, rey de España, cuando lo contemplaba colgado en las paredes blancas de sus habitaciones del Convento- Palacio del Escorial.
Siglos antes, durante el Renacimiento, Miguel Ángel supo representar de forma sublime en la bóveda de la capilla Sixtina la creación de los astros, personificando al Dios Padre, creador de todos los mundos que engloba el Universo. En esta misma obra, Miguel Ángel también pudo mezclar el paganismo clásico con la concepción cristiana en una unidad “surreal” donde sibilas y profetas, efebos semidesnudos, Adán, Eva, la serpiente y la mano creadora solo fueron algunos de los símbolos utilizados para representar lo apoteósico.
En los comienzos del siglo XX la I Guerra Mundial como primer conflicto bélico globalizador, arrasó con la vida de alrededor de 17 millones de personas. El mundo no fue el mismo cuando terminó esta barbarie. Otto Dix, pintor alemán, supo representar la resiliencia de los seres humanos en su obra “Veteranos de Guerra”, en la que tres
hombres horrorosamente mutilados, aún tienen el coraje de continuar sus vidas, de jugar naipes y de compartir sus sueños, sentados ante una mesa circular.
El arte, y su hermana la literatura, fueron capaces también de predecir el futuro. En las obras de Leonardo ya observamos el parapente y en helicóptero, varios siglos antes de que las técnicas humanas los convirtieran en realidad. Leyendo las páginas de Julio Verne, escritor francés de finales del siglo XIX, se pudo viajar a la luna, recorrer el mundo abisal en un submarino junto al capitán Nemo y ver cómo se inventaba un arma
poderosa de destrucción masiva como sucedió a mediados del siglo XX con el arma atómica.
En Metrópolis (1927), el majestuoso filme de Fritz Lang, se pudieron crear, antes de que fueran elaborados materialmente, los robots humanoides que hoy conversan con nosotros y vivir a través de su relato fílmico en mundo dividido por la brecha tecnológica y del conocimiento como sucede en la actualidad.
El mundo onírico de un Dalí nos pudo hablar de la persistencia y, al mismo tiempo, de la paulatina disolución de la memoria usando relojes que se derriten en un desierto, nos pudo mostrar la paranoia en su máxima expresión con el retrato-salón de “Mae West” y captar las fobias más terribles a través del saltamontes de “ El gran masturbador”.
Picasso, con su “Guernica”, nos puso en blanco y negro ante la destrucción que trae consigo la ambición y el delirio de poder. Luz, sombra, caballo, guerrero desmembrado, niño muerto en los brazos de su madre y una luz cenital que alumbra el desastre, un humilde candil portado por una mano fragmentada, son los pedazos de un
mundo en destrucción con el que quiso conmover las conciencias y llamar al poner un fin a las guerras que hoy veo siguen destruyendo pueblos.
El arte también es felicidad, sueño y esperanza. En una pintura de Brenda Pérez, seleccionada en este año en el Segundo Concurso de Arte Juan José Bellapart de la República Dominicana, un joven coloso de oscuras espaldas y fuertes músculos se alza frente al mar, pescando libre de cara al futuro junto a otros hermanos de faena,
buscando el bien común y el sustento diario.
En un performance de Geo Ripley junto a Fior D. Mateo, presentado en Biblioteca Nacional el viernes 13 en el marco de la IV Jornada de reflexión literaria 2024, se pudo caminar ceremonialmente a través del tiempo y del espacio, unir las plazas ceremoniales tainas, los relojes de sol de la prehistoria, las piedras, las hojas caídas y el mundo astral, se pudo sentir paz en medio de las guerras, girar en un círculo de hermandad y seguir construyendo amor a través del arte, del sueño y la esperanza.
El arte es todo, es fantasía y verdad eterna, es una de las máximas creaciones de la humanidad, es parte de su cultura y legado. Mientras exista el ser humano existirá el arte ya que es parte de su conciencia y emoción, parte de su ser material y espiritual, parte de su vida y de su trascendencia.