María Fals
La autora es crítica de arte
El Renacimiento es una etapa de la humanidad que se extiende entre finales del siglo XIII y mediados del siglo XVI. Marca el tránsito de la Edad Media con su sistema feudal a la Edad Moderna con el desarrollo paulatino del capitalismo. El Renacimiento abarcó aspectos políticos con la aparición de monarquías autoritarias en Europa, guerras de conquista, viajes en busca de nuevas rutas comerciales, desarrollo de nuevas tecnologías, descubrimientos científicos y cambios culturales.
El intercambio de conocimientos se hizo mayor en este período a partir del desarrollo de la imprenta en Europa en 1440 y se expandió el Humanismo en dos vertientes: el rescate de textos y principios filosóficos de la antigüedad grecolatina y ubicando al ser humano “como centro y medida de todas las cosas”.
Durante el Renacimiento se desarrollaron manifestaciones artísticas que reflejaron las características de esta época. El arte renacentista surge en Italia, destacándose en el siglo XV en Florencia, con el mecenazgo de los Médicis y en el siglo XVI en Roma, con el poder del Papado. Otros centros importantes fueron Venecia, donde el color y la frescura llevaron a un arte optimista, hermoso y movido, Nápoles, Milán, así como otras
ciudades de la península itálica.
En el siglo XV florentino vemos las pinturas de Sandro Boticelli (1445-1510), protegido por Lorenzo y Juliano de Médicis, quien utilizó como modelo a Simonetta Vespucci, legando obras inolvidables y sensuales como “El Nacimiento de Venus” y El Triunfo de la primavera” donde destaca el preciosismo del detalle, la idealización y la perspectiva aérea. A partir de 1494, el tema religioso católico se hizo predominante por la influencia espiritual y política del monje Savonarola.
Otro grande del Renacimiento en Florencia fue Donatello (1386-1466), protegido por Cosme de Médicis, autor de obras muy variadas en cuanto al uso de materiales, aspectos formales y caracterización sicológica entre las que destaca “San Jorge” (1417) donde busca la belleza ideal a través de una exquisita talla del mármol, “David”
(1440) realizada en bronce y “María Magdalena penitente” (1455) creada en el mismo material. Hizo también la escultura ecuestre del Condotiero Gattamelata en Padua (1453).
Un hombre integral del Renacimiento fue Leonardo da Vinci (1452-1519), quien fuera ingeniero, científico, estudioso de la anatomía humana y también artista. En sus búsquedas y experimentaciones aportó la técnica del esfumato, realizó versiones distintas de obras como “La virgen de las Rocas”, trabajó un mural con el tema de “La
última Cena” y dejó su inolvidable Monna Lisa que nos mira desde El Louvre y a través de su réplica del Museo del Prado, pintada por un discípulo.
Rafael Sanzio (1483-1520), dotado de un excelente manejo de la línea y del color, pintor de temas religiosos, trabajó frecuentemente a la virgen con el niño. Fue también un maestro de la perspectiva lineal como se evidencia en su fresco “La Escuela de Atenas” (1509-1511) que formaba parte de un conjunto de obras que realizó para decorar las habitaciones del Papa en el Vaticano, específicamente la Sala de la “Segnatura”.
Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) se movió entre el Renacimiento y el Manierismo.
Este último fue un estilo que muchos ven como una prolongación del Renacimiento, pero que en realidad es su antítesis. Se basa en la desproporción, la búsqueda de la línea sinuosa, del capricho, del virtuosismo y el olvido de la funcionalidad arquitectónica, dando paso a un decorativismo muchas veces exagerado.
Miguel Ángel legó obras arquitectónicas como los planos de la catedral de San Pedro, realizados inicialmente por Bramante, la construcción parcial de la catedral de San Pedro, específicamente de los muros traseros y del arranque de la cúpula, así como la plaza del Capitolio.
En la escultura destacan sus distintas versiones de la Piedad, tema que incluyó en varias versiones a lo largo de su vida, su sublime “David” (1501-1504), expresión marmórea de la fuerza del Humanismo y su “Moisés” (1513-1536), realizado para decorar la tumba de Julio II. Miguel Ángel no consideraba a la pintura como su manifestación artística preferida, sin embargo, le encargaron decorar con la técnica del fresco la bóveda de la Capilla Sixtina en el Vaticano. Allí, entre 1508 y 1512, pintó arcos y formas arquitectónicas en perspectiva, llenó de recuadros el techo de este salón para organizar compositivamente este gran espacio y pintar escenas del Génesis entre las que destacan por su fuerza
“La creación del Hombre”, “La separación de las aguas” y “La creación de los astros”. En la bóveda de la Sixtina aparecen también las representaciones de las Sibilas y de los Profetas, así como de jóvenes semidesnudos que contemplan admirados la creación del Universo.
Esto demuestra la integración del arte católico con el legado de la cultura grecolatina durante el período renacentista. Posteriormente, entre 1536 y 1541, creó “El Juicio Final” en el altar mayor de esta capilla, en el que destaca un fuerte sentido de infinitud espacial, la excelente representación del cuerpo humano y un sublime manejo del color.
Las obras del arte renacentista italiano son, por tanto, patrimonios de la humanidad, constituyen legados colosales que aportaron los grandes de esta significativa etapa y deben ser dadas a conocer a todas las personas como una forma de sensibilización que contribuya al mejoramiento humano.