Discurso del periodista y director del periódico Listín Diario, Miguel Franjul, ganador del Premio Nacional de Periodismo 2020
Señoras y señores:
Hace justamente treinta días estuve aquí, en este mismo salón, participando del momento histórico en el que el Presidente Luis Abinader suscribió las dos piezas maestras que compendian los principios fundamentales para la libertad de prensa y de expresión en Las Américas: La Declaración de Chapultepec y la Declaración de Salta, emitidas por la Sociedad Interamericana de Prensa.
Me correspondió el honor de entregar al presidente ambos documentos, quien los firmó con unos lápices inmortales, especialmente confeccionados para la ocasión, haciéndose compromisario del respeto a las leyes y convenios que garantizan estas libertades.
Hoy, en cambio, me toca recibir de sus propias manos el certificado que me acredita como Premio Nacional de Periodismo 2020, otorgado por el Ministerio de Educación y el Colegio Dominicano de Periodistas, con el cual me siento enaltecido.
A diferencia de los años anteriores, esta ceremonia tiene lugar bajo las excepcionales circunstancias que vive el país y buena parte del mundo a causa de la pandemia del Covid-19.
Así como esta calamidad ha desajustado nuestras formas de vida, nuestra economía y todas las esferas de la socialización y del trabajo, así ha marcado el punto de quiebre del modelo tradicional de negocios de la prensa escrita, amenazando su propia subsistencia y, por ende, la versatilidad de un sistema democrático que funciona en base a la libre y amplia expresión de las ideas, cuyo vector más importante es el periodismo profesional e independiente.
Como hice constar en el informe de República Dominicana en la reciente asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa, la pandemia del Covid-19 ha aplastado las fuentes de ingresos de diferentes medios de comunicación, ha sacado del aire un alto número de programas de opinión en radio y televisión y las plantillas de los diarios impresos más importantes del país quedaron bastante reducidas con las suspensiones temporales o definitivas de periodistas, diseñadores y repartidores, lo cual ha creado un clima de inesperadas limitaciones al ejercicio pleno del periodismo independiente.
Como se podrá apreciar, el doble desafío que tenemos ahora por delante es el de asegurar la sostenibilidad de los distintos medios en este nuevo ecosistema de la información y el de impulsar sus procesos de transformación en cualquiera de sus plataformas.
Salvo que se encuentren fórmulas mediante las cuales los Estados provean algún tipo de subsidios o préstamos en condiciones excepcionales, como las que se están otorgando a distintas instituciones de servicio público (y el periodismo es una de ellas), los periódicos no tienen otras fuentes sostenibles cómo estas para cumplir su invaluable papel de informar y brindar conocimiento a la ciudadanía.
Lo que está en juego en estos momentos es el destino de la prensa libre.
Es esta la peor y más trágica disyuntiva que ha afrontado la prensa libre e independiente en la historia moderna, más allá de las crisis creadas por la censura o la intolerancia de los regímenes represivos, el crimen organizado o las leyes y medidas legales que exageran el marco de las regulaciones normales en un Estado de Derecho.
Estamos en una transición delicada y difícil que nos exige aprender los elementos preponderantes del nuevo lenguaje y cultura que emerge en un mundo radicalmente distinto en el que se ha masificado la comunicación directa entre las personas.
Esto obligara a los medios a reinventar su rol como interlocutores entre el pueblo y sus gobernantes porque las formas de interacción humanas han cambiado en esta pandemia, como ha cambiado también el periodismo de hoy.
Este proceso supondrá un reenfoque de sus estrategias financieras y de distribución de las noticias, un mayor rigor en sus mecanismos de control y eliminación de noticias falsas o contenidos distorsionados y, definitivamente, una apuesta decisiva en las tecnologías digitales.
El mundo avanza hacia un modelo de vida y de trabajo totalmente condicionado por las tecnologías y no podemos estar ajenos ni al margen de las innovaciones que marcan este proceso.
Afrontar retos como estos son los que apasionan a todos los periodistas de vocación. No había experimentado, en mi larga carrera, semejantes desafíos, pero los hemos asumido con la plena confianza de que la prensa se adecuará y recuperara el determinante papel que ha jugado en la construcción democrática.
De hecho, ya se está viendo así. El extraordinario trabajo que han realizado los periódicos impresos y digitales del país durante la pandemia, trabajando la mayor parte de las veces a distancia de nuestras redacciones, nos ha permitido descubrir la fortaleza de nuestros músculos informativos.
Hemos mantenido informados a los dominicanos de todos los aconteceres del estado de emergencia, hemos ofrecido abundante información de ayuda para prevenir y protegerse del virus, hemos impulsado campañas ciudadanas para fomentar la cohesión social en estos momentos de incertidumbres y desesperanzas y también hemos llevado algo de alegría y de distensión a una nación atribulada.
Señor presidente, señores ministros, queridos colegas y familiares:
Recibir este galardón es como sentir estimulantes palmadas en la espalda con el mensaje “sigue adelante, con la mirada puesta en un futuro que deberá ser mejor para toda la humanidad”.
Aunque estemos todavía bajo la amenaza de un enemigo que gravita entre nosotros, de manera invisible como una plaga destructiva que no distingue objetivos, nuestro deber es el de sacar a la prensa del estado de coma parcial en que se encuentra y engrandecerla como piedra angular de la democracia, guardiana de todas sus libertades.
Estoy convencido de que el periodismo no morirá jamás y que viviré para sentirlo y disfrutarlo en sus nuevas y formidables dimensiones.
¡Gracias a todos por este generoso reconocimiento!