Petra Saviñón Ferreras
En todas las esferas, en todos los escenarios hay gente clasificada de acuerdo con características que pueden arrojar una versión real o falsa de su personalidad, esto por la orientación dada por la misma persona, sus actitudes, sus expresiones, o por los estigmas de los que es víctima y que le preceden.
Así, en el ámbito partidista, estatal, en el sector laboral privado y en la vida misma a granel, están los tontos, o sindicados como tales para marginarlos e irrespetarlos y los que fingen serlo con propósitos específicos.
Igual, los talentosos reconocidos, cuya labor es retribuida, valorada y los relegados, esos a los que nunca les admiten que su trabajo es bueno, aunque esté claro y que nunca son tomados en cuenta a la hora de decidir.
Los arribistas, son otro grupo, casi siempre destacados aunque les escasee el talento, porque juegan bien sus cartas pero corren el riesgo de que tarde o temprano el castillo de naipes baje al suelo y aunque no pierdan terreno, quedan evidenciados.
Desde épocas inmemoriales, la historia está repleta de personajes que lograron fama gracias a méritos ajenos y a la habilidad de vender su imagen y de otros cuyas capacidades han sido sofocadas, escondidas.
En la creación de figuras, los medios de comunicación han jugado igual un papel resaltable y queda sembrado en el cerebro de la población que la figura del área que sea que más sale en uno es porque es buena, está por encima de los que nunca aparecen.
Claro, esta realidad construida, no siempre es cierta pero implanta una idea que no es tan fácil de desmitificar. Por eso, tantos humanos recurren al empujoncito de un medio si están interesados en proyectarse.