Petra Saviñón
La autora es periodista
Pandillas y carteles de narcotraficantes controlan la zona, roban, violan y matan y si los migrantes salen airoso de esa prueba, deben superar la de atravesar el sendero largo hasta avistar Centroamérica, luego México y ¡zasf1 el imperio de ensueños.
Necoclí es un municipio costero de Colombia en el que pese a sus recursos naturales como hermosas playas, el turismo no es el fuerte. Poco a poco las agencias popularizan paseos a las islas cercanas.
La ruta de una de esas empresas marca salida a las 8:00 de la mañana con retorno a las 5:00 de la tarde. Enfatiza en que todos los turistas deben regresar.
La otra no guarda horarios, sus partidas son a cualquier hora y la gente puede quedarse. En esta las filas son largas, la razón podría ser encontrada unos metros más abajo.
Casas de campaña y fundas plásticas que hacen las veces de viviendas amparan de la lluvia, del sol y del frío a cientos de personas que llegan al pueblito principal para cruzar la selva del Darién, que lo une a Panamá.
Golpea la vista una mezcla de nacionalidades, de idiomas y de edades revuelta con carencias demasiados evidentes, envuelta en un ambiente infrahumano, en el que familias completas esperan alcanzar el sueño americano desde ese punto.
Unos tienen la fortuna de partir seguido arriban a la comunidad, otros esperan a reunir las fuertes sumas de dinero que les demandan los guías para transportarlos hasta la jungla, el segundo paso de una cruenta travesía que concluirá en la llegada a Estados Unidos o al infierno de las bandas armadas.
Pandillas y carteles de narcotraficantes controlan la zona, roban, violan y matan y si los migrantes salen airoso de esa prueba, deben superar la de atravesar el sendero largo hasta avistar Centroamérica, luego México y ¡zasf1 el imperio de ensueños.
Tantos quedan en el camino, deshidratados, hambrientos, enfermos de calamidades y tantos y tantos engrosan la cada vez más grande lista de los que quieren ir al otro lado en un intento angustiante de encontrar una vida mejor.
Las advertencias nada valen para los obstinados en cruzar y asumen su acción como heroica, porque protegerán así a sus hijos y a ellos mismo de las miserias de sus países.