María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
Daniel Infante es un excelente y prolífico artista visual dominicano graduado en Altos de Chavón, La Romana. Amante de la música de las guitarras y del sonido de la naturaleza, en su obra plástica se percibe una mezcla de inocencia, de catarsis, de dolor y de alegría, los mismos componentes que alimentan los sueños y la vida.
Estudió además en APEC, en la Escuela Panamericana de Arte en Sao Paulo y ha realizado diferentes cursos de arte terapia. Daniel ha sido maestro de educación artística de niños y adolescentes en diferentes centros educativos, fomentado en sus alumnos el gusto estético, la creatividad y el placer por la percepción de la belleza que encierran las formas y los colores. Viene de una familia de artistas y escritores que formaron su gusto por la poesía, la música y las artes en general.
Ha hecho exposiciones en República Dominicana entre las que destacan “Trópico, Sur, Trópico”, “Miradas Insulares” y “Odas recientes”. En Brasil presentó, entre otras, “Percepciones” y “La Vida de Dos Artistas”, una muestra dialógica que realizó acompañado de Marcos Mitre.
Entre los estilos en los que se mueven sus creaciones está el expresionismo, sobre todo cuando trabaja las aguadas en tinta china, donde las angustias se vuelcan sobre el papel provocando empatía y acercamiento, así como el fauvismo, presente sobre todo en sus cuadros de gran formato, marcados con acrílico en un lenguaje de matices transparentes y de intenso cromatismo.
Sus Quijotes con adarga al hombro, Rocinante cansado, un antiguo edificio, la nocturnidad de un salón a media luz, las flores en un jarrón semidormidas, sus retratos y autorretratos, el mundo de pesadillas de una noche de insomnio, la sanación, la meditación con los ojos cerrados, un Van Gogh al acecho y pequeñas casas cuadradas y policromas nos invitan a una fiesta sin fin.
También está el universo sutil de sus mujeres, desnudas y puras, libres de pecados y de arrepentimientos, llenas de un onirismo surrealista que nos traslada a ese espacio donde el subconsciente se traduce en imágenes en las que quisiéramos permanecer. Algunos de sus collages y pinturas de diferentes temáticas se mueven desde el geometrismo cubista hasta estilización. Con un aire de la Bohemia Francesa del Postimpresionismo adorna luego las calles trazadas por sus pinceles y más tarde devela los cafés de la zona colonial, reinterpretados por la danza de sus manos.
Es lo postmoderno, lo trashumante típico del arte actual lo que hace a Infante moverse entre tendencias que van desde lo clásico hasta lo casi abstracto, manteniendo siempre un sello propio y original, acogiendo de ese amplio repertorio aquellas líneas que considera que le convienen más al mensaje que desea transmitir o al estado anímico que busca expresar.
Una vibración llena de fuerza, de vigor y de dulzura hacen de sus cuadros un deleite para el espíritu del espectador que se acerca al espejo de sus lienzos donde su propio yo se refleja en los volúmenes figurados, en cada rojo, verde o gris.
Integra algunos de sus personajes a la decoración de pantallas de lámparas y otros objetos, demostrando que las artes aplicadas son parte de su quehacer, convirtiéndolos en talismanes para alejar lo triste y rodear el espacio tridimensional de motivos felices. Espontaneidad, texturas diversas, ritmo alterno, armonía y musicalidad son elementos importantes en cada mundo que diseña y que hace realidad.
Como un niño curioso que explora lo que le rodea, Daniel Infante se nos acerca y nos sorprende, escondido entre los marcos y bastidores que pueblan su casa-estudio, convirtiéndola en entorno amable y optimista donde crecen sus simientes. La satisfacción de ser y de estar, de dejar huellas a través de su legado artístico es parte de la autorrealización de este creador inquieto, fresco y cercano que conmueve y que transmite a cada paso la alegría de vivir.