Petra Saviñón Ferreras
El realismo mágico que envuelve al planeta sobrepasa cualquier lógica y la capacidad de raciocinio queda aplastada por un asombro que nos descoloca, nos anonada.
De repente, toda la tierra pende de las informaciones sobre un virus que la llena, una pandemia que parece burlarse de la llamada era global y nos muestra su poder de expansión.
Entonces, los humanos quedamos frenados y echamos mano a la modernidad, a los adelantos tecnológicos de los que jactamos, para exhortar a otros a tomar medidas, a ser solidarios, a volver a los orígenes de la humanidad, a ese lado primitivo.
Y así unos aferrados al principio, a la fe en la madre tierra vuelcan sus intenciones, ayudan, fortalecen y otros sacan provecho con la estafa, el engaño y el encarecimiento de los insumos y servicios médicos, como la propia prueba para detectar el virus.
Unos más, hasta beneficio político pareciera que pretenden sacar de una situación que mantiene a la población bajo la angustia de saber que nadie está exento.
El nerviosismo que provoca tener tanta información al alcance de la mano y el sensacionalismo con el que en ocasiones es brindada, agrava el cuadro y claro, muestra que estar globalizado también tiene sus contra.
Lo que sí queda por sentado es que el mundo estará dividido de nuevo en AC y DC, antes y después del covid-19, hasta ahora el más agresivo miembro de la familia de los coronavirus, más incluso que el sars, que tanto daño hizo en Asia, pues toma cada vez más fuerza.