Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El Caribe insular fue dominado por diferentes metrópolis: España en el caso de Cuba y Puerto Rico, Gran Bretaña dominó tardíamente a Jamaica y a varias de las Antillas Menores, Francia obtuvo el control de la parte Oeste de
La Española, Martinica, Guadalupe, Santa Lucía, y Holanda obtuvo el control de las llamadas Antillas Holandesas.
Esta región del mundo posee una gran heterogeneidad y al mismo tiempo raíces comunes, basadas en la presencia de las tradiciones españolas, precolombinas y de los afrodescendientes que fueron traídos a América como esclavos.
A través de la imposición de un modelo económico colonial, basado en la explotación del trabajo esclavo, fueron traídos millones de afrodescendientes a América. Según Edgardo Rodríguez Julia en Caribeños (2002), citado en el ensayo La negritud en el Caribe: realidad de la resistencia y la identidad del colonizado de Germán Díaz Maldonado: “Nuestros pueblos caribeños nacieron de la codicia, el expolio, la confusión, la equivocación, que convirtió el Paraíso en el Infierno.”
Es importante señalar que, aunque en el siglo XIX se abolió la esclavitud paulatinamente en el Caribe, se mantuvo la exclusión social de los negros. Mu-kien Adriana Sang, historiadora dominicana, en su artículo “La negritud como discurso de rebeldía”, publicado por el periódico El Caribe el 13 de julio del 2012:
Después de los procesos políticos del siglo XIX, en los cuales, (…)los poderes imperiales no tuvieron más remedio que aceptar las demandas sociales que se le imponían, los clamores y gritos de libertad se extendían por todo el mundo. La abolición de la esclavitud fue la expresión legal más importante, pero no tuvo el impacto social esperado. Aunque los negros eran oficialmente libres, la exclusión siguió siendo su signo.
En el siglo XX surge entonces el movimiento de la negritud, como una de las respuestas a la situación de discriminación y marginación social y cultural de los afrodescendientes. Este movimiento, como se ha expresado anteriormente, aunque se inicia en París en 1930, tiene entre sus fundadores a dos integrantes de nuestro Caribe cultural, Aymé Cesáire (1913-2008) oriundo de Martinica y León Gontran-Damas (1912-1978) de Guyana, quienes junto al senegalés Léopold Sédars Senghor (1906-2001) crean la revista El estudiante negro en 1932.
El concepto de négritude o negritud se ha encaminado al rescate de la identidad, de los componentes negros de las culturas caribeñas, a la resistencia social y cultural frente al olvido de las raíces africanas y al intento de “blanqueamiento cultural” que adultera la verdad del arte y la cultura caribeña en general.
Según Césaire sobre su concepto de negritud: “mi concepto de negritud no es biológica, es cultural e histórica. Yo creo que siempre hay un cierto peligro en fundar cualquier cosa sobre la sangre que se porta, las tres gotas de sangre negra. “(Césaire, en Depestre, 1985: 105)
Se han considerado muy importantes estas palabras de Germán Díaz-Maldonado sobre la importancia del concepto-movimiento de la negritud dentro del arte y la cultura caribeña, que sintetizan ideas sobre este tema:
En consecuencia, la negritud, con los valores que de ella emanan, es la razón-abrazo en forma intuitiva que impulsa al hombre negro hacia la fuente de todo conocimiento y de todo arte. Sí, es cierto que la Negritud hecha raíces en la sensación y el instinto, porque pertenece al ser humano, la Negritud es humanismo. Es la manifestación pura de una imagen rítmica, del sentir al pensar, de la cantidad a la cualidad, es un ritmo de energía. (Díaz-Maldonado, 2015:11)
El estudio de la influencia de la africanía en la cultura y el arte caribeño se ha realizado desde otros enfoques como el del cubano Fernando Ortíz (1881-1969) quien fuera un investigador acucioso de las raíces afrocubanas presentes en la cultura de su país. Hombre polifacético, jurista, etnólogo, folclorista, musicólogo, entre otros oficios, sentó un punto de giro en los análisis sobre arte y cultura cubana, rescatando, analizando y destacando los elementos negros presentes en ellos.
En un interesante artículo de Pablo Torres Casilla, publicado por la Universidad de Puerto Rico bajo el nombre de “Fernando Ortiz: del positivismo a la transculturación” que se encuentra en la Revista Umbral el 8 de julio del 2019, su autor analiza la importancia de la visión de Fernando Ortiz con relación a los aportes afrocubanos a la cultura cubana y a su concepto de transculturación.
La Transculturación es el término propuesto por Fernando Ortiz quien lo describe como un proceso múltiple, que no sólo implica la pérdida de una cultura previa, sino la creación de nuevos códigos culturales, la transformación de otros adoptados de la cultura dominadora y la síntesis de todo ello (Torres, 2019: 30)
En un artículo de María Elena Orozco Melgar y Etna Sanz El esclavo imaginado hoy en el Oriente de Cuba, se analiza cómo se plantea el tema del sujeto racializado dentro de la pintura y la gráfica en dicho país, la vinculación entre raza y nación que es, según las autoras, “distintiva de la cultura cubana durante el siglo XX” (Orozco y Sanz, 2019) y las peculiaridades de su tratamiento dentro de la cultura artística en el territorio oriental de esa isla.
Se explica en la introducción de su escrito que: “la historiografía del arte en Cuba ha dedicado escasos renglones al estudio del negro en nuestra pintura”. Atribuyen esta situación a que “El negro no fue cliente para el pintor cubano” (Orozco y Sanz, 2019).
Afirman que una de las primeras representaciones del negro en las artes visuales cubanas la hizo José Nicolás de la Escalera, quien pintó las pechinas de la iglesia de Santa María del Rosario y que en el siglo XIX se incorpora la imagen de los negros dentro de los tipos populares, sobre todo en el grabado.
Refiriéndose a otras representaciones tempranas de esta temática, ya en el entorno del Oriente de Cuba, destacan las figuras de los artistas Louis Francois Delmés y José López.
Suset Sánchez, a su vez, realiza un análisis del tema en el contexto de la República Dominicana en su artículo del año 2015, publicado en la revista científica Arte y política de identidad, denominado “Intersecciones entre género y raza en las representaciones del arte contemporáneo dominicano”. Se refiere en él a temas relacionados con los aportes de los afrodescendientes a la cultura dominicana y el trabajo de estas raíces en el contexto del arte dominicano de la contemporaneidad, estableciendo que:
Resulta arriesgado hablar de arte dominicano contemporáneo en términos de movimiento afrodescendiente (…) No obstante, diferentes poéticas artísticas ahondan en investigaciones estéticas y sociales sobre las políticas de la diferencia en la sociedad dominicana hoy, así como en las construcciones históricas de “lo dominicano” que han situado en una posición subalterna las voces afrodescendientes y las representaciones de la diáspora africana. (Sánchez, 2015: 16)
En el capítulo 1 del texto anteriormente citado se analizan rasgos de la obra de artistas visuales catalanes, emigrados a República Dominicana como José Gausach (1889-1959) y Antonio Prats Ventós (1925-1999) en cuanto al tratamiento del tema del cuerpo afrodescendiente, quienes se mantuvieron alejados de la crítica social y antirracista durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.
Se mencionan artistas dominicanos como Jaime Colson, Celeste Woss y Gil (1890-1985), Darío Suro (1917-1997) y Gilberto Hernández Ortega (1924-1978), insistiendo en que en sus obras” persisten (…) las visiones idílicas de un cuerpo objetualizado y erotizado de la mujer afrodescendiente en medio de las transiciones de los lenguajes académicos y de vanguardia a mediados de la pasada centuria.” (Sánchez, 2015: 21).
La influencia de la ideología de la negritud como expresión de un constructo decolonial, de resistencia cultural y de promoción de una valoración amplia de las raíces negras, estuvo poco presente dentro de las artes visuales de Cuba y República Dominicana en el siglo XX, produciéndose, salvo excepciones, un acercamiento hacia lo negro más cercano a lo corpóreo, religioso popular, sensual, anecdótico y costumbrista.