Julio Sesar Mateo
El autor es ingeniero civil y economista
Se ha hecho costumbre que quienes adquieren un inmueble, contraten o consulten a un arquitecto o decorador, y muy pocas veces a un ingeniero, con el objetivo de modificar su unidad funcional, e incluso cambiar su uso, es por ello que se hace impostergable, crear una ley y, una fiscalía especializada, a los fines de una mayor regulación
Para los profesionales de la ingeniería civil ha sido un tema de mucha preocupación, desde hace ya un buen tiempo, la facilidad con que se vulneran los diseños originales de las edificaciones y en República Dominicana, provocando inseguridad, caos y potenciales catástrofes.
En nuestro país se construye básicamente en dos modalidades, mampostería y aporticados, esta última abarca comúnmente las obras grandes; hospitales, escuelas, edificios gubernamentales, plazas comerciales, torres de apartamentos, etcétera, mientras que, la construcción en mampostería se hace frecuente en casas, edificios de cuatro niveles o menos, pequeños locales comerciales, entre otros.
La construcción en mampostería es la más frecuente por ser menos costosa; es aquella en la cual los muros, tanto internos como externos sirven de apoyos a las cargas superiores, a diferencia de la construcción en pórtico, donde esta acción recae sobre las losas, vigas y columnas, siendo el suelo en ambos casos el primer responsable en admitir todas las cargas producidas en una edificación.
Se ha hecho costumbre que quienes adquieren un inmueble, contraten o consulten a un arquitecto o decorador, y muy pocas veces a un ingeniero, con el objetivo de modificar su unidad funcional, e incluso cambiar su uso, por ello, vemos casas que ahora son colegios, talleres, iglesias y hasta centros comerciales, donde la cantidad de cargas tanto dinámica como estática a las que son sometidas es significantemente mayor a la de diseño.
Tengo por experiencia dos casos que pudiesen ilustrar, a saber: hace unos años un amigo compró un apartamento en una zona céntrica de la ciudad, su esposa deseaba remodelarlo y para ello contrató a una decoradora de interior, la “profesional” del diseño y el buen gusto quiso colocar una puerta corrediza sobre un riel para modificar un espacio, pero una odiosa viga según ella, con un peralte de 60 centímetros se lo impedía, y optó por quitarle el recubrimiento de aproximadamente 4 centímetros de concreto y no conforme con eso cortó una varilla de una (1”) pulgada de diámetro en la parte inferior de ese intocable miembro estructural.
En un segundo caso, hace tres años entregué un edificio de apartamentos que construí en la provincia Santo Domingo y he recibido innumerables llamadas de las dueños quejándose uno del otro, del enorme bullicio que les generan los taladros, destruyendo muros, para adecuarlos a sus necesidades, con la asesoría, muchas veces irresponsables de quienes dicen haber descubierto la belleza en el interior a costa de los que sea.
Es por ello que se hace impostergable, crear una ley y una fiscalía especializada para que, inmediatamente un vecino escuche un taladro en un edificio cual sea la infraestructura pueda llamar y se apersonen allí las autoridades competentes y le soliciten al ejecutor de dicha acción los permisos correspondientes y la autorización a esos fines.
De no ser así, preparemos para ver lamentablemente en el futuro no muy lejano mucho otros eventos como el ocurrido el fatídico lunes siete de abril en Jet Set.