Por Mariana Arias
San Valentín 2023
El amor sufre transformaciones. Hay cambios en los vínculos de pareja, nuevos modos. El amor romántico, tal como lo conocemos desde nuestras abuelas, fue mutando hacia vínculos más efímeros,
Paradoja de estos tiempos modernos: en la era de las redes sociales y la interconectividad, donde la distancia que separa a los seres humanos de todo el mundo se resuelve con un clic, existe un mal, la gran epidemia global del Siglo XXI: la soledad. Tal es el flagelo que a comienzos de año, el Reino Unido creó el Ministerio de la Soledad, motivado por datos elocuentes: 200 mil personas mayores no hablaron con nadie a lo largo de un mes y un total de 9 millones, con frecuencia, se sienten solos. Esta problemática abarca a hombres y mujeres del mundo entero, de distintas edades y clase social, casados o solteros, con o sin pareja.
En este contexto, el amor también sufre transformaciones. Hay cambios en los vínculos de pareja, nuevos modos. El amor romántico, tal como lo conocemos desde nuestras abuelas, fue mutando hacia vínculos más efímeros, menos comprometidos. La necesidad de desarrollarnos profesionalmente, el individualismo, la tendencia a no querer renunciar a nada por nadie. ¿Qué lugar ocupa el amor en tiempos de soledad?
Hace unas semanas se estrenó en Argentina la película El amor menos pensado, donde los personajes interpretados por Ricardo Darín y Mercedes Morán deciden separarse, tras largos años de matrimonio, cuando su único hijo se va de casa. El punto de partida para la crisis es el síndrome del nido vacío, aunque no es exactamente lo que desencadena la ruptura. A partir de la decisión, salen a buscar nuevas relaciones, a poner en práctica sus propias fantasías. Estas nuevas experiencias desencadenan una profunda reflexión sobre el amor en este tiempo que nos toca vivir.
José Abadi, médico psiquiatra con una vasta trayectoria dentro de la psicología, autor de libros como De qué hablamos cuando hablamos de amor, sostiene que estamos en una era donde la soledad tiene un gran protagonismo y funciona como opuesto al amor, ya que no existe amor si no existe el registro y el interés por el otro.
El amor es el encuentro con el otro. Muchas veces se lo piensa como una utopía y es un error, es el vínculo que nos define como personas. Ahora bien, podemos hablar de la soledad como aislamiento narcisista, o entenderla y elegirla como un espacio de búsqueda de nuestra interioridad, un ámbito privado que nos permite un diálogo intrapersonal, necesario para conocerse más a sí mismo. En la actualidad, hay un marco social, pautas, maneras de relacionarnos que subrayan que la posibilidad de ser alguien está en lo material, en tener cosas, o pertenecer a ciertos ámbitos y no en el encuentro con el otro, o en nuestra búsqueda personal, interna, verdadera.
Amar en el sigo XXI | ¿Qué es el amor?
Cuando nos ajustamos a las exigencias de mandatos sociales y vamos detrás de una configuración falsa de lo que somos, se nos aleja la posibilidad de relacionarnos de manera genuina, y lo único que logramos es quedarnos solos. Cuando lo más interesante sería partir desde nuestra imperfección, desde nuestra humanidad e ir desde ahí al encuentro del otro. En ese punto se puede generar un encuentro real, se puede dar el amor.
Hay una pregunta, en la película, que los protagonistas se animan a hacerse: ¿de qué hablamos cuando decimos estar enamorados? Según Abadi, hay una gran confusión entre enamoramiento y amor. El enamoramiento es un momento particular de extremos, donde los dos protagonistas alcanzan para ocupar TODO el espacio. Por esta razón, el enamoramiento dura poco, ya que la pareja, a medida que pasa el tiempo, necesita ir incorporando a ese mundo donde entraban solo los dos, otros elementos: el trabajo, las aspiraciones, los amigos, los proyectos, los hijos. De manera que, aquel que no haga un trabajo permanente, que no le otorgue a ese amor nuevas miradas que le permitan acompañar la singularidad del otro, que no haya una labor en el sentido creativo que permita un crecimiento del amor, esta aventura puede llegar a su fin.
Según la filosofía, el enamoramiento es la era de los dioses y el amor es la República; el primero es instantáneo y sólo reconoce la idealización, en cambio el amor es la era de los héroes, de los que asumen la labor para arribar al éxito. El tema es no darlo por hecho, ahí aparece el aburrimiento, la rutina y necesitamos buscar otro amor que nos haga sentir lo mismo que nos había despertado aquel flechazo.
Ante un requerimiento periodístico de mi parte, Mercedes Morán reflexiona que “el enamoramiento es el espacio en el que siente que el otro es perfecto para ti y después viene el amor, cuando ves que no es tan perfecto pero segues eligiendo. Creo que uno puede evolucionar y aprender a amar, uno tiene que estar atento. El amor siempre te hace bien, no importa la forma que tenga”. Cuando le pregunto si hay que animarse a cuestionar la pareja, responde: “En la película los protagonistas se animan a poner en común las preguntas que los interpelan, deciden escuchar esas preguntas, hablarlas y salen detrás de esas fantasías; descubren que el amor está en otro lado y pueden volver a localizarlo, escuchar el deseo, responderlo, alimentarlo. Pero si tuviera la receta estaría más satisfecha y feliz”.
No hay una receta, sólo tratamos de pensar el amor en un tiempo en el que a veces no sabemos cómo proceder, cómo seguir, cómo sentirnos felices y satisfechos. Creo que es un tiempo de confusión, de cambios profundos en donde tenemos que volver a ordenar nuestros valores. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? ¿Qué soledad elegimos? ¿Cómo construir una pareja sólida en la que podemos ser amigos y también amarnos? Para que el amor menos pensado no se convierta en la soledad menos pensada, hay que seguir aprendiendo, experimentando, hasta encontrar ese sentimiento maravilloso que siempre se comparte con otro: el amor.