Petra Saviñón Ferreras
Esa promoción de la idea de que la gente es más sensible en diciembre, sobre todo al final de ese mes que es también el del año, adquiere esta vez una connotación más abarcadora.
El temor a lo poco conocido, que encima muta y expande sus tentáculo, provoca que esa sensibilidad extienda hasta aumentar la angustia, habitual en muchas personas para la época y que ahora cuenta más víctimas.
Sin embargo, es en estás circunstancias más que nunca cuando el espíritu ha de estar presto a revitalizarce en medio y por encima de una crisis que deja una gran lección, la de reencontrarnos con nosotros mismos, con la naturaleza y con nuestros semejantes.
Los momentos duros tienen la potestad de hundirnos o de sacarnos del fondo, el resultado dependerá de nuestra capacidad de resistencia, de la fuerza de voluntad, de la actitud y de la aptitud.
Por lo pronto, hay medidas que cumplir para evitar la propagación de una pandemia que nos ha mostrado humanos, vulnerables, frágiles pero igual solidarios, aguerridos.
Mantener la confianza en que esto pasará es bueno, hacer que pase con nuestro comportamiento, es aún mejor.
La decisión está en nuestras manos, en nuestro trabajo para lograr la reversión y claro, las autoridades deben mantener su labor para que despertemos de este mal sueño.
Así sea