María Fals Fors
M.A Historiadora del Arte. Crítica de Art
Genaro Reyes (Cayuco), nacido en Miches, es un artista dominicano de la generación de los 80. Desde joven, en su pueblo natal se dedicó a tallar embarcaciones. Carpintero de ribera, nació viendo construir barcos: cayucos, balandras, yolas, las creó también él en su adolescencia, en el taller de Cristino de la Cruz Linares. Creció Cayuco entre gente del mar, y su voz calmada, su dicción perfecta nos recuerdan el sonido de las olas del litoral o el fluir manso del río Yeguada que se desliza entre los árboles frutales y la oscura hojarasca.
Genaro marchó a Santo Domingo a finales de la década de los 80, conoció a Porfirio Herrera, director en ese entonces del actual Museo de Arte Moderno, tuvo una hermosa amistad con Tony Capellán, otro hacedor de milagros a partir de lo humilde. Juntos, en la Güibia de entonces, recolectaban materiales que el Ozama traía para construir espacios infinitos de objetos artísticos, a partir de la recuperación de materia agonizante y golpeada.
Conoció también a Silvano Lora, lo acompañó en la aventura de la Bienal Marginal, viajaron juntos a Cuba, repitiendo la ruta de Montecristi a Dos Ríos que un siglo antes hicieran Máximo Gómez y Martí para independizar la patria cubana. Se relacionó con lo más destacado de la intelectualidad progresista de entonces, con los que querían transformar el mundo a través de su arte, destacando su función social como elemento que contribuye al desarrollo humano.
Laureado con premios de Bienales en 1996 y 1998, así como en el 2001 de Premio en el Concurso Eduardo León Jimenes, es fundador del Centro Cultural de Miches y un promotor cultural del acontecer de su pueblo, al que retornó hace varios años.
Artista también reconocido fuera del contexto dominicano, recibió en el 2018 el tercer premio en la categoría pesebres extranjeros en una exposición en la Plaza del Popolo en Roma, presentando un belén sobre una rústica embarcación, cuyo mensaje aludía a todos los emigrantes, a los viajeros que, desde Miches, desde África, desde cualquier lugar del mundo se lanzan al mar, muchas veces sin éxito, otras pocas triunfantes, buscando la salvación y el renacer en un mundo que soñaron mejor y más feliz.
Una importante exposición en República Dominicana en la que participó tuvo lugar en abril del 2018 en la Galería Mamey de Santo Domingo, donde trató el tema de los viajes del ser humano, en la eterna búsqueda del hacer y del haber.
Otra destacada exposición en la que se hizo presente fue en la Tercera Edición de Hecho Aquí, celebrada entre mayo y junio de 2018 en La Vega, la que contó con el concepto e idea original de Martín López, el soporte técnico de Raúl Morilla, la museografía
de Miguel Ramírez y la curaduría y convocatoria de Mariojosé Ángeles.
Presentó también una interesante obra en Mascarilla, exposición virtual realizada en los meses de junio a agosto de 2020, también comisariada por Mariojosé Ángeles y con un comité organizador integrado por Jhonnny Bonnelly, Orlando Menicucci, Sole Fermín y Mariojosé Ángeles, con la consultoría y supervisión de su comisario y de la destacada crítica Marianne de Tolentino.
La obra consistió en la elaboración de una gigantesca mascarilla en metal, pesada e indestructible, que llevaba inscrita los nombres de artistas víctimas de la covid- 19 en sus primeros momentos de incidencia en la República Dominicana. En un video arte presentado en Mascarilla, aparecía el propio Genaro Reyes arrojando su obra a las aguas, en rito de purificación, de sanación y de victoria sobre esta plaga que nos ha sumido en tan larga incertidumbre.
Actualmente, esa máscara monumental sirve de vela a una embarcación de hierro, que navega en el taller del artista sobre el suelo de cemento, devenido por el poder de lo estético en un mar tempestuoso.
Un motor fuera de borda, consistente en una máquina de moler carnes, le aporta energía adicional a esta nave tan surreal. Cayuco ha desarrollado así una nueva sintaxis, en la que el símbolo de la nueva Peste puede llevarnos también a triunfar sobre la muerte, a lograr preservar el cuerpo y el espíritu, a vencer a ese enemigo invisible que acecha en cada respiro, en cada toque, en cada encuentro.
Escarbando en su taller, percibo la magia del proceso artístico, descubro la trinidad de su obra “Los Hijos de Machepa”, pisoteados por botas que cubren los laterales de sus rostros y su cabeza, colocados sobre una puerta, enmarcada en alambres de púas, que los envuelven en la cárcel del horror. Descubro un árbol del que penden llaves de agua, simbolizando la necesidad de cuidarlos, de mantenerlos con vida para nosotros vivir.
Encuentro un corazón de plástico que cuelga sangrante esperando el amor, medallones de aluminio, obtenidos de accidentes industriales o defectos de fábrica, a los que se le añade el toque que brota de las manos del herrero ancestral, que conjura la tormenta con el fuego que sana. Bajo el suelo de su estudio, yace un gusano devorador de mundos, más adelante rostros de cerámica, con su mirada profunda, me contemplan e interrogan.
Saludo cabezas de madera de noni y me observo a mí misma a través de sus ojos desmesurados, toco maternidades, santos, figuras que reinterpretan las raíces taínas, troncos de cedro donde se respeta la forma creada por la propia naturaleza, a los que sólo se ha liberado de lo superfluo para llegar a su esencia. Y así viajo en mi imaginación, aún más allá, acompañada de los navegantes de madera que Cayuco ha engendrado.
Voy rumbo a ese lugar donde se juntan las aguas dulces y saladas, a la playa donde Atabey me espera, para decirme que sus hijos más amados son aquellos que descubren en cada palo del monte, en cada clavo oxidado, en canicas vencidas y en alambres
dañados, la verdad de la poesía, el milagro de lo humano.
Gracias Genaro Reyes por tu arte depurado, por construir universos fecundos con lo que otros han desechado, por decirnos a través de tus personajes y formas, de tus cayucos sagrados, que en cada cosa que encontramos existe un tesoro escondido que debemos descubrir para salvarnos el alma.