María Fals
La autora es crítica de arte
La presencia de elementos negros o mestizos en la cultura dominicana se va evidenciando en las obras de Celeste Woss y Gil (1891-1965) en sus figuras de mujeres, y en menor escala de hombres mestizos, representados en retratos o en desnudos, como es el caso de “Mujer de frente.
La pintura dominicana se desarrolló en el siglo XIX bajo la influencia de las corrientes artísticas de España y Francia. En un proceso paulatino de búsqueda de los componentes identitarios, comenzó a introducir la presencia de elementos de raíz negra africana, junto con los españoles y tainos.
En 1883 llegó a la República Dominicana el pintor español José Fernández Corredor. Estableció una Academia de dibujo y pintura que funcionó hasta 1886.Uno de sus discípulos fue Arturo Grullón (1869-1912) al que le interesaron los temas orientalizantes propios del romanticismo y que vivió mayormente en el extranjero.
Una artista dominicana que comenzó a trabajar estos temas fue Adriana Billini (1865-1946). Radicada desde niña fundamentalmente en Cuba, trabajó el retrato, el paisaje y el tema religioso. Estudió en la Academia de San Alejandro en La Habana entre 1881 y 1894. Creó una academia privada en 1898, desarrollando su propio método de educación artística.
En su obra “La cocinera cubana”, un óleo sobre tela de 77 X 101 cm, presentó a una afrodescendiente portando una cesta con un pescado, una auyama, mazorcas de maíz, tayotas y otros vegetales. El rostro de la mujer esboza una sonrisa, en sus orejas hay unas argollas de plata y un manto rojo cubre sus hombros.
La presencia de elementos negros o mestizos en la cultura dominicana se va evidenciando en las obras de Celeste Woss y Gil (1891-1965) en sus figuras de mujeres, y en menor escala de hombres mestizos, representados en retratos o en desnudos, como es el caso de “Mujer de frente. Estudio” (1925) y “El vendedor de andullo” (1938).
A partir de la década del treinta del siglo XX, dos figuras claves de la pintura dominicana representan la mezcla de culturas. En 1838 Jaime Colson pintó “El merengue”, donde recreó simbólicamente el mestizaje. En esta obra, con su estilo atemporal, marcado por la pintura imaginaria y el surrealismo, nos adentró en las raíces fundamentales raciales y musicales fundamentales de nuestra cultura.
Esta obra muestra el camino hacia lo identitario, entendido como crisol, síntesis y sincretismo que conduce al desarrollo de una cultura nueva, la dominicana, donde hay un equilibrio de elementos primordiales de procedencia africana, europea y en menor medida, indígena.
Darío Suro, nació en La Vega. Entre 1943 y 1947 residió en México. Allí estudió con Diego Rivera, Jesús Guerrero Galván y Agustín Lazo, grandes pintores mexicanos. Su obra evolucionó desde una marcada influencia impresionista hasta el logro de una gran fuerza y expresividad en las formas y colores, con la representación de personajes afrodescendientes y la recreación frecuente de temas míticos. Entre sus pinturas destacaron “Caballos bajo la lluvia” (1941) “Bañistas” (1946) y “La fiebre” (1946) y “Plañideras del Caribe” (c. 1952).
En 1939 llegaron los primeros inmigrantes españoles que huyeron de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial. Es el caso de José Gausachs (1889-1959), José Vela Zanetti (1913-1999) Manolo Pascual (1903-1983), Eugenio Fernández Granell (1912-2001), y de Antonio Prats Ventós (1925-1999). Este último llega muy joven y se forma en la Escuela Nacional de Bellas Artes de República Dominicana de la que es uno de sus primeros graduados.
Estos artistas inmigrantes contribuyeron ampliamente a la educación artística, al desarrollo cultural y a la valoración de la importancia de la representación formal y conceptual en la pintura de los elementos de raíz negra, formando a artistas como Gilberto Hernández Ortega (1923-1979) y Clara Ledesma (1924-1999), entre otros, que trabajaron con gran sistematicidad estos temas.
El 19 de agosto de 1942 se fundó la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) de la cual Manolo Pascual fue su primer director y en ese mismo año se inició la Bienal Nacional, lo que contribuyó a un proceso de renovación de las artes plásticas en general en la República Dominicana.
Entre los artistas de la década del 50 que más se adentraron el en tratamiento formal y conceptual de las raíces negras estuvieron Ada Balcácer (1930), Paul Giudicelli (1921-1965) y Eligio Pichardo (1929-1984)
Ada Balcácer trabaja los mitos ancestrales con personajes como el Bacá, Paul Giudicelli, fallecido prematuramente, se adentró en un lenguaje sígnico y simbólico que explora en referentes culturales de ascendencia taina y africana y Eligio Pichardo, en pinturas como “El sacrificio del Chivo” (1958), se caracterizó por la síntesis y la geometrización de las formas propios de esa influencia.
En términos generales, en la década del 50 se mantuvo la búsqueda paulatina de la raíz afrodescendiente, tanto en los aspectos formales como en los conceptuales, con la utilización de un lenguaje más sintético, icónico y simbólico, vinculado a renovados postulados estéticos. A partir de ese momento, nuevos artistas siguieron explorando cada vez más frecuentemente el rescate de los componentes de origen negro africano de nuestra cultura dominicana, caracterizada por la heterogeneidad y la hibridez.