María de las Nieves Fals Fors. M.A
Historiadora del Arte. Crítica de Arte
Uno de los pocos libros de Paulo Coello que he leído es el Alquimista. Lo leí de un tirón ante la insistencia de mi hija, después de un segundo intento de pasar de la página 30. Sin embargo, a pesar de cierto desgano inicial para navegar por sus letras, tuve la oportunidad de descubrir que ese texto es portador de uno de los mensajes que más me ha marcado: a veces recorremos el mundo y no nos damos cuenta de que lo que estamos buscando lo tenemos muy cerca.
Ese es el caso de mi encuentro con la obra de la artista Ana Sánchez, mi compañera, la profesora de Artes de Secundaria del Colegio Saint Michael, a la que nunca se le borra la sonrisa. Nuestros diálogos más frecuentes eran sobre aprendizajes basados en proyectos, planificaciones, integración de Estudios Sociales, Language Arts, Formación Humana y Educación Artística, debatiendo cómo sensibilizar a los jóvenes a través del arte y acercarlos de esta forma a la vida cotidiana.
Nuestro último diálogo presencial, un intento de performance a la vida y al trascender, fue la “fundación” del grupo Las Sobrevivientes, conformado por cuatro maestras con el mismo sentido del humor color ala de cuervo, pero con toques de verde esperanza.
La propuesta era que, cuando nos volviéramos a ver tiempo después, poder comprobar que todas estábamos en este plano terrenal, compartir lo vivido y recordar nuevamente que “lo esencial es invisible a los ojos”.
El arte de Ana Sánchez es un banquete de fiesta. Ha expuesto en Argentina, en España, en los Estados Unidos y en salones prestigiosos de nuestra República Dominicana. Sus murales se encuentran en la Zona Colonial, Santo Domingo Norte, Bávaro, Punta Cana, San Juan de la Maguana y Barahona.
Discípula de Marianela Jiménez, graduada con honores de Altos de Chavón, publicista, comunicadora, pedagoga, muralista, Directora de Arte de IMS Coaching Creativo, “Master” honorífico en fuerza y entereza, ella era la persona a la que buscaba para analizar su obra en estos tiempos complejos.
Me tomo entonces la licencia de combatir la incertidumbre de estas horas, tomando prestados como escudos sus tintas, sus pinturas de uñas, sus acrílicos y papeles, esos mismos con los que ha rescatado piedras y maderas violentadas. Trataré de “pintar” con palabras todo el mundo de inquietudes, de proyectos, de decires y haceres que percibo al sobrevolar el universo profundo de su isla de ilusiones.
Haciendo un poco de historia, diré que esta artista hizo su primera exposición en 1999, propuesta que tituló Las Nadies y trató sobre el tema de la violencia de género, enfocándose así en un tema de denuncia social de alta pertinencia. Desde entonces ha ido evolucionando, haciendo un trabajo dinámico y riguroso, tanto en forma como en contenido, articulando siempre una fuerte línea de cierre con los colores que los estados de ánimo del personaje captado le animen a utilizar.
Anita Sánchez realiza una obra postmoderna donde todo se conjuga: ecos del expresionismo, del Picasso de la guerra Civil, detalles del Art Nouveau en algunas curvas, y trazas de un pop transparente y abierto que dialoga a cada momento con el público interpretante. Usa diferentes soportes como muros, maderas, conchas, escayolas, lienzos, piedras, cerámicas y metales. Todo lo
que esté al alcance de su mano y de su espontaneidad puede ser utilizado para hacernos llegar su mensaje lleno de emociones y reflexiones.
Con una producción plástica de marcada función educativa, entusiasta y energética, Ana nos muestra, según sus propias palabras, que “el arte es expresión de lo divino que tiene el ser humano” y con sus objetos y figuras nos permite observar cómo ofrece lo mejor de sí misma en cada uno de esos hijos- obras, teniendo como meta la libertad y el placer de crear y de hacernos más felices.
Entre las imágenes que nos observan desde sus obras, están rostros de miradas tristes pero resilientes, que se alegran de pronto a pesar de su angustia existencial, parejas sin futuro, plantas que envuelven tarros de cerámica, labios rojos entreabiertos que quieren decir algo oculto por largo tiempo.
Y sobre todo eso: la palabra Dios que se levanta sobre frases dormidas y olvidadas, una cruz de redención y un corazón de piedra, que se transforma en carne sensible a través de la fe en Ezequiel 36:26, “Les daré un nuevo corazón, quitaré el corazón de piedra y pondré espíritu nuevo y corazón de carne”.
En el espejo del mundo artístico de Ana se captan lo humano, lo natural y lo espiritual, imbricados en una correlación de fuerzas que mantiene el equilibrio del Ser y del Hacer.
Ana sigue construyendo y amando, aún en medio de la pandemia, decorando piedras y barro con sus hojas, con sus ramas, con sus cruces triunfantes, con sus ojos derramados y la Cruz de Redención.
Ella triunfa y trasciende confiando, trabajando en sus clases en Zoom, sembrando optimismo y belleza igual que hizo ayer, hará hoy y volverá a hacer mañana. Seguimos adelante.