María Fals
La autora es crítica de arte
¿Qué es un maestro? Una persona que todo lo entrega a sus alumnos, que comparte su saber sin mezquindades, que no es altanero a pesar de su sapiencia, que tiene la sabiduría de guiar, de conducir a todos por el camino del bien y de la belleza. Ese fue nuestro Francisco Prat Puig.
Lo recuerdo con su eterno maletín negro, sus cabellos grises y largos, rostro poderoso de nariz amplia, entrando al aula especializada de Historia del Arte en la Universidad de Oriente para mostrarnos en vivo sus tesoros: un jarrón de la época Han, su eterno duho cojo, sus piezas inolvidables. Nos decía muchas veces “hijitos”, porque así nos veía, y hoy seguimos siendo sus hijos espirituales en diferentes partes del mundo.
El olor del mango maduro, la amplia casa en la carretera del Caney que lo enamoró y le hizo que tuviera su hogar lejos de su Cataluña originaria, las visitas a esa vivienda- museo con olor a infinito y a mundos eternos es también un hermoso recuerdo que se desliza por mi mente, aunque ya un poco desvanecido por el tiempo, como los relojes derretidos de Dalí.
Asociado a su memoria, viene siempre a mi mente mi maestra María Elena Orozco, brillante, elegante, exigente, sincera, digna. Ella fue una de sus discípulas más directas y nos transmitió esa ansia de saber, de curiosear, de investigar los intríngulis de una obra, de apreciar la grandeza del arte y, sobre todo, a compartir lo poco o lo mucho que sabemos, a sentir que el conocimiento no es patrimonio de unos pocos, sino las experiencias compartidas de muchos. Yo fui su monitora, su alumna ayudante, ella me enseñó a ser maestra.
¿Quién fue Francisco Prat, más allá de mi memoria afectiva? Francisco Prat fue un campesino catalán de los Pirineos. Su padre también fue maestro, lo llevaba en la sangre.
Su madre amaba pintar, a su padre le encantaban las antigüedades, Se graduó en 1930 de doctor en Derecho de la Universidad de Barcelona. Se casa con Hortensia Turró, cubana de ascendencia catalana. Fue profesor de Historia Geografía en una Escuela de Segunda Enseñanza y auxiliar de arqueología en la Universidad de Barcelona.
En 1935 gana el premio Martorell por sus actividades arqueológicas; escribió libros como “El acueducto romano en Pineda” y “El Mapa Arqueológico de la Comarca de Maresme”.
Participó en la Guerra Civil Española, siendo nombrado Miliciano de la cultura y trató de preservar desde su puesto las obras de arte que corrían peligro por la contienda bélica. Al final de la guerra, refugiado en Francia, también hizo arqueología encontrando las ruinas de un pueblo visigodo. Llega a Cuba como refugiado en 1939 y posteriormente adquiere su definitiva ciudadanía.
En La Habana entabla amistad con Fernando Ortiz, antropólogo acucioso de nuestros orígenes culturales. El 10 de octubre de 1947 se funda en Santiago de Cuba la Universidad de Oriente y Prat se convierte en profesor fundador honorario de ella. En ese mismo año, publica un libro que muchas veces consulté sobre la arquitectura colonial cubana y la influencia árabe en sus características. Su título es “El Pre barroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca.”
Desde las aulas de la Universidad de Oriente, formó a miles y miles de profesionales, haciendo honor al lema universitario de esa institución educativa: “Ciencia y Conciencia”.
Se dedicó igualmente a importantes labores de restauración, entre las que deseo destacar las realizadas en la Casa de Diego Velázquez en Santiago de Cuba, el Castillo de San Pedro de la Roca (El Morro de Santiago de Cuba) y la casa del poeta José María Heredia.
También hizo trabajos en el Castillo de La Fuerza en La Habana, en la casa natal de Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo y el Fuerte Matachín en Baracoa, entre otros.
Dentro de las responsabilidades que asumió en la universidad y otros espacios estuvo la de Decano de la Facultad de Humanidades (1960), la de director de la Escuela de Historia (1965) y la de director del Departamento de Historia General (1968). Fue asesor de la Biblioteca de la Universidad de Oriente y del Archivo Histórico de Santiago de Cuba.
En 1968 también adquiere la categoría docente de Profesor Titular. Ya en 1980 el Ministerio de Educación le confiere el grado de Doctor en Historia del Arte. Entre otras distinciones nacionales e internacionales, recibió la orden de la Cruz Isabel la Católica en 1991 y la Orden de la Cruz de San Jordi en 1993.
A mi juicio, el mayor legado que ha tenido para cada uno de los que tuvimos el privilegio de ser sus discípulos ha sido su ejemplo, su ausencia de vanidad, su rechazo a la megalomanía, sus principios éticos de verdad y de justicia. En un mundo cada vez más complejo, hacen falta muchos Prat para seguir hurgando en el pasado, para seguir construyendo un presente que permita un mañana mejor para todos los seres humanos.
Por eso saludo nuevamente con alegría el reciente “II Encuentro de Historiadores del Arte de la Universidad de Oriente. Francisco Prat Puig in Memoriam”, realizado en noviembre del 2023 en el cual tuve la enorme satisfacción de participar de manera virtual.
Felicito de esta forma a cada uno de sus organizadores, al doctor Rodolfo Menes González, Decano, a la doctora Beatriz I. Dávila, Jefa de Departamento, a mi inolvidable tutora de vida María Elena Orozco y a Inovelio Martín, que me contactaron para hacer una ponencia sobre el trabajo que los “hijitos” de Prat estamos desarrollando en la República Dominicana en el campo del arte y la cultura.
A todos los organizadores, a los participantes en ese encuentro, a los artistas, a los maestros, a los alumnos, gracias infinitas por contribuir a mantener vivos el mensaje y la obra del caballero doctor Francisco Prat Puig.