Petra Saviñón Ferreras
Cuando Dios o los dioses, en el caso del politeísmo, aprietan, la gente corre a buscar ayuda ¿Dónde? justo hasta donde está ese ser o esos seres.
Las mismas personas que afirman que las desgracias vienen del cielo como castigo o método de reflexión, de forma paradójica acuden a pedir socorro al mismo lugar que origina el mal.
Así, en tiempos de crisis, de enfermedades que asustan demasiado, las religiones fortalecen su poder, el miedo las engrosa, las sustenta.
Fuera de esos momentos de angustia colectiva, hay que reconocer que los templos ganan de modo firme cada vez más adeptos y que incluso, hace tiempo que están llenos de creyentes jóvenes, lo que les suma bastante en múltiples ángulos.
Es tan evidente el protagonismo que juegan que claro está, es imposible que pase desapercibido a todos los sectores de la sociedad, incluido el político. Por esto, en momentos de campaña electoral, como este los candidatos buscan su Hola, aprobación y colaboración.
Así para repartir ayudas, lo hacen al cobijo de los representantes de las iglesias, para que de verdad llegue a los que la necesitan o como una pose para hacer ver que quieren que llegue y de paso estar fríos con esa jerarquía y los fieles.
Ahora, en medio de esta y cualquier crisis, lo mismo que en Navidad, la sensibilidad afloró, los seres humanos tendieron a volcarse en cooperación, a tender la mano.
Mas, a diferencia de esa festividad cristiana, en la que el espíritu de colaborar perdura hasta el final, esa actictud empieza a perecer sin que la pandemia termine.
Hemos de confíar en que las propias iglesias estén dispuestas a avivar el fuego, a mantener encendida esa llama y hacer que la solidaridad perdure en todo momento, hasta más allá de dar el pescado y enseñe a pescar.
Per secula seculorum