Petra Saviñón Ferrera
La autora es periodista
La situación en Venezuela es cruda, crítica. Es el alarido de una bestia cansada de su domador y que ya no quiere ni sumisión ni escapar a riesgo de encontrar otros amos igual de crueles.
Ese animal tantas veces herido por un régimen encabezado por ese hombre perpetuado en el poder, decidió enfrentar. Otras veces lo ha hecho pero esta con más ahínco, con más garras.
Tanta dolor acumulado encontró una vía por donde escapar para pedir el cese de un sistema que ha llevado a la ruina la otrora próspera nación a la que tantos inmigrantes arribaban, incluidos dominicanos, claro.
Ahora su gente anda dispersa por un mundo que le mira con solidaridad pero igual con lástima y desprecio y aquí, los defensores de Nicolás Maduro salen a las calles a denunciar que esos seres que llenan con sus ventas diversas las avenidas son pagados por la oposición para desacreditar al gobierno venezolano.
Es hora de que la comunidad internacional asuma postura firme y exija respeto a la decisión popular, sea cual fuere. Que sean mostradas las actas y si el oficialismo ganó las elecciones, como proclama, ese triunfo debe ser reconocido. Lo mismo que si el vencedor fue el otro candidato, Edmundo González Urrutia.
Eso sí, si el eterno aspirante logró la victoria, ha de ser obligado a cumplir con la Constitución y las leyes, a velar por la seguridad de un país que ya no resiste más tantos atropellos, tanta miseria en toda la extensión de la palabra.
Como que está bueno de que una persona que parece no halla la forma de despegarse del poder, envilezca, postre a un pueblo. Ese largo calvario debe concluir.