Petra Saviñón Ferreras
La autora es periodista
De repente los apagones de tiempos inmemoriales desaparecieron y no pareció raro. No llamó la atención.
De forma inopinada, ya no quedaba el país a oscuras, las casas que podían darse ese lujo empezaron a retirar los inversores, las otras ya no tuvieron que usar lámparas de kerosene y fue bueno.
Pero de unos meses acá, chin a chin regresan las interrupciones eléctricas, no tan prolongadas, cierto, mas retornan.
Así de a poquito y uno que otro día y en ocasiones días corridos están. Ojalá no le cojan el gusto a quedarse sembradas aquí de nuevo.
El cese de esos antiguos cortes fue un reclamo a cada gestión que en campaña prometió cercenar de raíz ese mal. A esos y a los aspirantes que no lo prometieron también les reclamó la población después de que ganaron. Les demandó con cálidas huelgas.
El tema fue parte de los programas de gobierno exhibidos por los candidatos presidenciales y no salía de sus bocas en los mítines. Tampoco desperdiciaban la oportunidad de preguntarles los entrevistadores en los programas matinales y de toda hora.
Que no vuelva esa crisis odiosa a ocupar los titulares de periódicos ni a ser materia de propaganda de ningún partido que busque ascender.
Que no permitan las autoridades que el país sucumba nueva vez a esa oscuridad ni a ninguna otra. Las largas tandas de apagones deben quedar dónde están, en el pasado.