Petras Saviñón Ferrreras
La autora es periodista
Las administradoras de Riesgos de Salud, antes aseguradoras y que con el cambio de nombre dejan claro que no aseguran nada, manejan los fondos de los contribuyentes sin un control que permita una verdadera, una digna atención.
Sus exigencias no combinan con el servicio brindado en un asunto tan neurálgico como la salud y del que sacan tanto provecho que hasta superávit tienen, lo que no ocurre con la inmensa mayoría de afiliados, que apenas llega a fin de mes.
Hasta casos tan sensibles como la cobertura a un recién nacido queda en el limbo con algunas prestadoras, pues hasta que no es agotado el trámite para su ingreso a cotizar, lo que demora hasta dos meses, esa criatura queda en indefension y ni el carnet de su madre vale.
Con unas, un procedimiento ligero puede ser una tortura, por el papeleo que implica autorizarlo y no queda más para tantos que desistir o acudir a la medicina casera, a veces no solo sin conseguir los resultados esperados, si no con conclusión catastrófica.
Año tras año mucha gente que gracias a la vida no requiere servios de salud frecuentes, pierde la cápita no usada porque no es acumulativa.
Lo mismo con el mísero fondo para medicamentos, que encima de que en nada alcanza, hay una extensa lista de fármacos que no cubre.
Cuidado si la receta no está bien planchada o inmaculada, porque por más legible que esté en la farmacia le dirán que la ARS no la recibe y no quedará más que sacar del bolsillo para pagarla.
Así, con tanta ‘ñoñeria’ que surte un bloqueo, estás empresas logran que el desánimo de los usuarios aumente y ni ganas tengan de usar el seguro ese.
De este modo las ARS no son las grandes ganadoras, son las únicas.
Qué toro llega a buey de esa forma?