Un joven grupo de investigadores chilenos liderados por el ingeniero Felipe Nagel dio a conocer esta semana su último trabajo, «Grace», un dispositivo capaz de eliminar el temblor de las manos asociado al parkinson y al temblor esencial sin necesidad de operaciones ni fármacos.
El proyecto, presentado en el país austral de la mano de la Fundación Imagen de Chile, se encuentra en su fase final, en la que el equipo busca perfeccionar su funcionamiento, reducir su tamaño y aumentar su autonomía antes de dar el salto al mercado estadounidense, donde ya tienen registrada la patente.
En una entrevista con Efe, Nagel explicó que la motivación para iniciar esta investigación nació de las conversaciones que mantuvo con su padre, un excirujano que tuvo que abandonar los quirófanos al ser diagnosticado con temblor esencial.
Esta enfermedad suele ser mal diagnosticada como parkinson, ya que tienen unos efectos similares, a pesar de ser ocho veces más común, continuó el investigador.
Los afectados sufren de movimientos y temblores involuntarios que provocan que acciones diarias como comer, beber o abrocharse los botones de una camisa se conviertan en tareas muy complicadas, que en el caso del parkinson se suman a una fuerte sensación de rigidez muscular.
En Chile no existen estudios actualizados y específicos acerca de la extensión de estas enfermedades, indicó Nagel, aunque según las cifras que manejan cerca del 0,4 % de la población la padece, lo que supone cerca de 400.000 personas solo en el país austral.
Así lo atestiguó Daniela Torrejón, quien a pesar de ser joven, acaba de cumplir 25 años y lleva más de una década sufriendo los estragos de esta desconocida patología, algo que, según confiesa, le cambió por completo su forma de pensar y de relacionarse con el mundo.
«A los 13 años tuve que aprender a escribir y comer de nuevo. Probé muchos tratamientos y fármacos pero todos tenían graves efectos secundarios y dejé de consumirlos. Fue entonces cuando conocí a Felipe y empecé a colaborar con el equipo», indicó Torrejón a Efe.
«Grace», detalló Nagel, consiste en un pequeño dispositivo parecido a un celular del que salen varios electrodos que se colocan sobre los músculos, principalmente del antebrazo, a través de los cuales envían señales que ayudan al usuario a controlar los movimientos involuntarios.
El primer período de pruebas obtuvo unos resultados «esperanzadores», en palabras de los investigadores, ya que logró reducir entre un 80 % y un 100 % la amplitud de los temblores en un grupo de 30 personas que sufren tanto de temblor esencial como de parkinson, además de reducir la rigidez muscular en estos últimos.
Sin embargo, el ingeniero admitió que aún tienen que seguir perfeccionando el modelo, razón por la cual han iniciado los trámites para colaborar directamente con el Centro de Transtorno del Movimiento de Chile (Cetram).
Con el apoyo clínico de esta institución, el equipo podrá trabajar directamente con los pacientes del centro y recabar más datos que les ayuden a probar la efectividad del dispositivo y a mejorar tanto su diseño como autonomía.
En este sentido, Torrejón incidió en la necesidad de que «Grace» sea «cómodo y armonioso», para que no se vea como «algo raro» que haga que la gente mire y piense: «pobrecita, está enferma».
Unas indicaciones que Nagel ha seguido de cerca y que han hecho que el grupo de investigadores se centre en desarrollar un dispositivo que sea efectivo pero también portable, fácil de utilizar y no invasivo.
Una meta que parece cada vez más cercana, ya que, según explicó Nagel, el primer prototipo comercializable estará disponible previsiblemente para mediados de 2019 y tendrá un costo aproximado de unos 1.000 dólares, una cantidad muy inferior a la que tienen las operaciones quirúrgicas asociadas a estas enfermedades.
«Es muy emocionante ver cómo los pacientes encuentran en Grace algo que no existe en el mercado y que les permite recuperar su vida diaria. Muchos de ellos admiten que han perdido su capacidad para salir y disfrutar de cosas tan sencillas como salir a comer o tomar algo», manifestó el joven ingeniero.
Torrejón concluyó, visiblemente emocionada, que en su caso utilizar el dispositivo fue «una experiencia única» que le permitió controlar el temblor y escribir «una línea recta», algo que no había podido hacer desde hacía más de 10 años.