Nelson Encarnación
El autor es periodista
En teoría, todos los procesos eleccionarios son relevantes desde el momento en que de ellos surgen las representaciones delegadas por los votantes a ciudadanos que deben ocupar funciones en los distintos niveles de Gobierno, ya sean locales, regionales o nacionales. En eso no cabe ningún género de discusión. Sin embargo, hay procesos que marcan etapas cruciales, por distintas razones. El de este domingo es uno de ellos.
Cuando la noche de este domingo se conozcan los resultados de los comicios municipales, probablemente se perfile una tendencia de cara a las presidenciales y congresuales del 19 de mayo, si bien no necesariamente tenga que ser así.
En primer término, si como han vaticinado las más importantes encuestadoras—un número inusitadamente elevado de firmas en esas cuestiones—el Partido Revolucionario Moderno emerge victorioso en la mayoría de los municipios en disputa, esa organización se afincará como la principal fuerza del ecosistema partidario de la República Dominicana.
Digo que se afincará, pues si bien el PRM tiene la fortaleza de una organización principal, el hecho de su formación sea reciente— apenas 11 años—, hace que su vínculo electoral en el seno del pueblo dominicano aún esté en construcción, si lo comparamos con partidos de una gravitación más extendida en el tiempo.
Por ello, el resultado del domingo planteará una cuestión de suma importancia para la proyección del PRM como organización políticamente profundizada, con todo lo que esto significa en un ambiente signado por el comportamiento marcadamente volátil de un segmento importantísimo del electorado.
Ahora bien, en cuanto a los dos principales partidos del espectro opositor—PLD y Fuerza del Pueblo—el resultado del domingo apunta hacia un asunto casi de vida o muerte de cara a las próximas elecciones nacionales.
En ese sentido, aunque las dos organizaciones opositoras llevan un frente común en una importante cantidad de municipios, en la realidad se están disputando la crucial principalía para ocupar el espacio de competición en los comicios presidenciales de mayo venidero.
Quien salga mejor librado el domingo será el sobreviviente para la lucha de mayo, lo cual plantea para ambas formaciones la encrucijada de derrotar al socio sin causarle una herida tan profunda que no pueda cicatrizar antes del siguiente proceso eleccionario.
Se trata de poner en práctica un malabarismo político-electoral de una envergadura singular.