Petra Saviñón Ferreras
De repente caemos en ese estado, mezcla de indiferencia y banalidad, quizás mecanismo de protección del cerebro, ante tantos embates y ocurre que ya esta cadena de problemas, de decadencia social, nos parece tan habitual que ignoramos su huella en la sociedad, centrados demasiado en nosotros mismos.
Una población en decadencia que necesita ser revalorada, asumida con mayores políticas públicas pero en este escenario nadie oye a nadie y todos estamos ensimismados en nuestros propios puntos, en nuestra absoluta opinión.
Unos a tal grado de que fijados en una idea, no ven más respuestas que la de sí mismos y cacarean y cacarean un único argumento, sin detenerse a reparar en los que les rebaten y tratan de aclararles que su visión no es acertada. Mas, les conviene mantenerla a capa y espada.
Así caminamos ahora, entre indolencia y desparpajo de una humanidad más preocupada por la nueva cirugía de un exponente urbano, su casa fabulosa, su última conquista o su tiradera con un colega, que por el enfermo sistema de salud o la reprobada enseñanza en las escuelas.
En ese nada nos importa, saltamos cuestiones esenciales y nos alienamos, o defendemos a ciegas una postura, parcializados, tal vez mejor para los que desadministran la cosa pública y malbaratan nuestro erario. Es como si esta cadena de frivolidades matara las voces, las conciencias.
Nada vale más que la gozadera para tantos y tantos jóvenes y otros no tanto, pero igual cegados por el humo de las hookas o el vaper o ambos y la obsesión por la ropa cara que exhibirán en las discotecas, con inversión de dinero no siempre obtenido de buen modo.
Con tantas verdades absolutas ¿Cómo elegir el camino correcto en esta marejada?
¡Ayy, Diooos!