María Fals
La autora es crítica de arte
En el siglo XX y XXI, ese arte popular a través de movimientos foráneos ha sido manipulado, imponiendo nuevos elementos al gusto popular a través de un bombardeo masivo de publicidad.
El arte popular es aquel que surge entre lo más genuino del pueblo. Por su origen, está llamado a gustar a las grandes mayorías. Se caracteriza por su frescura, espontaneidad, su originalidad, por llevar en su esencia el sentir de una cultura y de su gente. Se desarrolla para satisfacer las necesidades estéticas de esos seres humanos que tienen la hermosura de lo sencillo.
Una nueva manifestación de cultura popular generalmente no es bien acogida en los salones de alta clase, eso pasó con la rumba cubana, con el tango argentino, con la bachata dominicana.
Vistas inicialmente como músicas del barrio, ritmos de los desclasados, fueron colándose paulatinamente en los magnos ambientes, en los espacios exclusivos, hasta convertirse en un sello de lo oficialmente nacional y recorrer el mundo como un referente, como una marca de su país natal.
Las artesanías, la pintura “primitiva”, las danzas populares, los cantos de trabajo, la arquitectura vernácula, son también manifestaciones del arte popular, de la inventiva e idiosincrasia de la gente humilde que le canta a la vida, que trenza una cana para cubrir un techo, que hace un tapete de colores para cubrir el piso de cemento o tierra y convertirlo en algo hermoso.
En el siglo XX y XXI, ese arte popular a través de movimientos foráneos ha sido manipulado, imponiendo nuevos elementos al gusto popular a través de un bombardeo masivo de publicidad.
En medios de comunicación masiva como la radio, la televisión y más recientemente, a través del uso de las redes sociales, muchos “influencers” divulgan una contracultura que va calando en el gusto de la población.
Lo popular tiene varias facetas: no es lo mismo la cultura popular rural, que la urbana, especialmente la cultura marginal urbana; no es lo mismo cultura popular que cultura popularizada o Pop.
El reggaetón, por ejemplo, no es ya cultura popular, es cultura “popularizada”, a través de una alta propaganda de mecanismos de difusión insistentes y eficaces, que de forma repetitiva lo han ido insertando en el gusto de millones de personas de toda América y de otros continentes.
Nace en zonas pobres de Puerto Rico, como un modo de expresión genuino de una contracultura, como un acto provocador, libertario de los instintos, de las angustias y de los problemas cotidianos. Con letras explícitas que hablan de sexo básico, de violencia, de dolor, de deseos de triunfar económicamente a toda costa, se convirtió en una especie de canto y danza de guerra para sus cultivadores y su público interpretante, fundamentalmente pertenecientes a las nuevas generaciones.
El reggaetón o simplemente reguetón, insiste en formas musicales simples, en un escaso vocabulario que incursiona en lo vulgar y en la llamada “estética de lo grotesco”, expresa una cosmogonía, una posición ante la vida que incluye la reacción visceral de una persona a la que el mundo no da espacios habituales de superación y a los que ahora puede acceder a través de su música, de sus conciertos que se pagan con boletas muy costosas, a través de sus autos de lujo, de sus vestuarios extravagantes.
El dembow, originario de Jamaica, sirvió como un referente también al reguetón. El dembow dominicano ha derivado del reguetón, del dancehall de Jamaica, del hip hop, del rap, entre otros ritmos. Rochy RD, Kiko El Crazy, El Alfa, por solo mencionar algunos cultivadores de este género, hoy son escuchados ampliamente y ofrecen conciertos muy taquilleros en Estados Unidos, en España, en el mundo.
Una de las letras de la canción “El Hombre”, de El Alfa, que aparece en un video promocional de You Tube, plantea: “Tú no estás entrenado para vivir en este juego llamado vida, tu no sabe lo que hay que esperal pa que esperen pol ti, que el que te eperó se sienta orgulloso de ti, tu no sabe lo que hay que aguantar pa subir un ecalón… Wikipedia mató diccionario enciclopedia”. Son frases muy profundas detrás de su simple apariencia, expresan el triunfo de un marginado, el alcance de su éxito, pero nos deja un amargo sabor la veracidad de lo dicho: “ Wikipedia mató diccionario enciclopedia”.
Es así, lamentablemente. Wikipedia está a nuestro alcance inmediato, es un constructo democrático donde todos pueden intervenir, no tiene páginas impresas ni se vende, y sus verdades, no necesariamente definitivas, están escritas de manera virtual en un mundo donde el libro impreso ha ido en decadencia.
El Alfa está siendo “promovido” en el video musical con una foto de un gigante dorado con un pórtico griego antiguo detrás, mientras talla o ¿rompe? una piedra enorme. Poderoso, sagrado como el color que lo cubre, fuerte y eterno como las ruinas que le sirven de fondo. Sublime en su “grandeza”, vence a los poderosos, a las élites culturales, a esos que llaman plebe desde las páginas de los diarios a los seguidores de esta música, mientras esconden la cabeza en el lodo como un avestruz ciego.
El reggaetón, el dembow que orquestan los llamados ”teteos” son fenómenos muy interesantes, dignos de profundos estudios en el campo de la sociología del arte. Los representantes de estas manifestaciones, pertenecientes inicialmente a la cultura popular, separados de sus raíces a través del mercado del arte, convertidos en un producto nuevo y “popularizados” internacionalmente, se han convertido en íconos musicales con miles y millones de seguidores.
Y entonces, ¡oh, sorpresa!, un 28 de octubre de 2023 en horas de la noche, ocurre la invasión de miles de jóvenes de barrios populares, que a veces han hecho (si es que la han hecho) su tarea al ritmo contagioso de “El Desorden Escolar”, sacándola de las páginas electrónicas de la triunfante Wikipedia.
Toman las vetustas y tranquilas calles de la Zona Colonial, hacen sus necesidades fisiológicas en las puertas de las viejas casas, fuman, bailan sobre techos de vehículos ajenos, tiran basura, rompen cosas, gritan palabras poco elegantes, se suben a balcones invadiendo privacidades, tal vez en la búsqueda de 200 mil pesos dominicanos que alguien les prometió que podían descubrir.
Se provoca el “desorden”, pero no escolar, en una zona altamente visitada por familias, por turistas del mundo entero, en un “Halloween” donde las brujas, los zombis y los espectros se quedaron en casa, y salió a las calles una verdad dura y sin disfraces que no buscaba precisamente caramelos de puerta en puerta.
Y todos tratamos de encontrar responsables, ya que “la culpa no puede caer en saco roto”. Y reforzamos la vigilancia de la Zona, y un “influencer” hace un show mediático “crucificándose” ante las cámaras de los celulares para no ser culpado y salen artículos periodísticos, se inician investigaciones legales, se promete que nunca más sucederá, y yo vuelvo a la Biblia, a Juan 8, 1-7: “Aquel que esté exento de pecado, que tire la primera piedra”.
Mientras existan las actuales condiciones económicas y las marcadas diferencias sociales, mientras no se busque la equidad (no la igualdad) social, mientras no se haga un adecuado manejo de la cultura y la contracultura, mientras nuestro arte se exhiba en museos y galerías a puertas cerradas, mientras exista el elitismo cultural, mientras el arte de la esperanza (y no del odio) no se acerque a la gente común, mientras se olviden las bienales marginales de Silvano Lora y la misión de Glaem Parls- gestor junto a otros de la Bienal de Los Ríos y del Siete de la Sánchez- no se convierta en algo sistemático y masivo, a partir de un mayor apoyo institucional, seguirá latente el caldo de cultivo para muchos “Halloween” sin dulces en la Zona Colonial y otros espacios.
El Alfa dice en su canción “El Hombre” un gran mensaje: “apoya a los jóvenes pa que no te de liza, unos dicen que son gallos, otros que son vulgares (…)He logrado abrir mis ojos y veo que están en lo oscuro.” Ojalá nuestra mirada se abra a la luz y vayamos al rescate del bien, de la belleza y de la verdad, poniéndolos al alcance de los hijos del pueblo.