Petra Saviñón Ferreras
La autora es periodista
Lo mismo que planteé la semana pasada, cómo poco a poco un tema sale de foco, del protagonismo mediático, vale para el caso de los cuerpos de seis infantes hallados frente al cementerio Cristo Salvador.
El miércoles la indignación sacudía a la sociedad, ante semejante ofensa a la dignidad humana, acto de barbarie, crimen de lesa humanidad que duele horrible.
Las cosas no quedaron claras ese primer día y las explicaciones no convincentes provocaron malestar y arrojaron una avalancha de preguntas que nadie contesta y que ahora menos chance tiene de respuesta con el entierro del asunto.
Ayer ya la noticia era refrito, poco fue tocada e incluso en algunos impresos hoy ni una nota breve mereció. Esos espacios no quisieron insistir en cómo es que las criaturas estaban la mayoría sin ropa y sin una cajita o siquiera una bolsa plástica que les cubriera.
El chofer de la funeraria La Popular, que dijo los entregó al zacatecas los llevó así ¿Pero en qué, acaso colocados en una bandeja que le pasó para que los tire en un lado de la edificación, en lo que buscaba en qué echarlos?
¿Por qué un zacatecas recibe los cadáveres y más, fuera del camposanto, sin ningún protocolo, sin documentos que avalen esa entrega?
Una situación de ese tipo es propicia hasta para llevar víctimas de crímenes, si solo basta con decir a un empleado que le mandaron ese muerto de tal o cual lugar y si ese empleado como reflejan las cosas tiene tanto poder para dar sepultura sin el consentimiento de la administración.
Mas, esto parece que nunca lo sabremos, puesto que ya esa es crónica que perime para conveniencia de los que deben tantas explicaciones.
¡Qué pena!