María Fals
La autora es crítica de arte
El valor estético, según Moles en su libro Teoría de los objetos, es un valor privilegiado. Pero ¿ qué es un objeto? ¿ qué quiere decir esta frase de “valor privilegiado”? Un objeto es toda creación humana pensada, diseñada y elaborada para satisfacer una necesidad, para ayudarnos en nuestras tareas diarias. Los objetos están dirigidos al cumplimiento directo de una o varias funciones. Por ejemplo, un celular que permite realizar una llamada telefónica, el envío de correos, la redacción de textos, tomar una fotografía.
Los objetos también pueden ser “elegidos” por el ser humano. Una hermosa piedra de río puede ser un excelente pisapapeles y evitar que el viento nos vuele importantes documentos. Tienen generalmente un carácter material, son concretos, pueden tocarse y manipularse.
Sin embargo, en la era digital han adquirido un carácter virtual, podemos ser poseedores de un objeto en el “metamundo”,un libro puede prescindir de las páginas de papel y la carátula de cartón para leerse desde una computadora. A través del mundo virtual podemos entrar en contacto con objetos que “existen” en ese otro plano de la realidad que se hace cada día más cercano y propio.
Para analizar las funciones de los objetos tenemos que acercarnos a ellos desde dos perspectivas: la denotativa, que expresa la función directa y la connotativa, que encierra un conjunto de funciones agregadas. Por ejemplo: un reloj de marca Rolex tiene una función directa, registrar el paso del tiempo, permitirle conocer la hora al que lo porta, pero al mismo tiempo tiene función jerárquica, denotando el estatus social de su dueño. Las funciones denotativas de un objeto pueden también ser suntuarias, mágico- religiosas, estéticas, entre otras.
Nos referiremos ahora, específicamente, a la función estética que en el campo del diseño industrial es muy importante. Los consumidores privilegian el aspecto estético a la hora de adquirir determinado objeto. Si vamos a comprar un automóvil de uso lo primero que nos acerca a él es su aspecto externo, su estado de conservación, sus líneas, su color, el agrado que sentimos ante su apariencia.
Se observa la limpieza de su motor, sus formas nítidas, sus aros niquelados. Nos olvidamos de saber cómo funciona y “no queremos” darnos cuenta de que demora un poco más de lo acostumbrado en encender. Nos “enamoramos” de ese objeto y lo compramos, para darnos cuenta más adelante de que el motor de arranque tiene problemas y que debemos cambiarle todas las bujías. Si su aspecto exterior hubiera estado descuidado, aunque fuera casi perfecto desde el punto de vista mecánico, muy seguramente no hubiéramos pensado en adquirirlo.
Desde el punto de vista psicológico, las personas se acercan a lo bello, expresado en una sensación de seguridad, de confort, de paz. En la antigüedad grecolatina, Platón consideraba que lo bueno, lo bello y lo verdadero estaban en unidad, Plotino pensó que el bien era fuente y origen de lo bello. Ya en el renacimiento el arquitecto y humanista León Alberti veía que la belleza era la proporción y la armonía entre las partes, vinculándola a la utilidad y a las medidas del ser humano.
En el siglo XX el Dadá incluye entre sus fundamentos la “estética de la máquina” demostrando que los objetos fabricados industrialmente pueden ser obras de arte. Marcel Duchamp, por ejemplo, separó un urinario de su función básica para convertirlo, a través de su voluntad ,en una obra de arte, fundamentando su criterio en el equilibrio y simetría de sus formas, en la perfección de la técnica empleada para su fabricación. Así nace la “Fuente” de 1917.
También en ese siglo la escuela de diseño alemana de la Bauhaus y el movimiento racionalista acogieron como lema la frase “ la forma sigue a la función “ del norteamericano Louis Sullivan.
Privilegiaban la funcionalidad, pero no olvidaban darle a sus objetos y construcciones la forma bella, basada en líneas geométricas puras, que mejor se adaptara a la función. En el período del arte pop el grupo Memphis diseñó objetos hermosos, coloridos, divertidos, atractivos y funcionales que nos acercaran a ellos a través de una experiencia sensorial agradable.
En el diseño postmoderno y en el deconstructivismo, vigentes desde finales del siglo XX, la función es olvidada para exaltar los aspectos formales, alejando la forma de los objetos de la búsqueda de la funcionalidad. Los gazebos diseñados por Robert Venturi en la plaza Franklin de Filadelfia no necesitan de techo, no protegen de la lluvia, de la nieve ni del sol a las personas, simplemente rompen el vacío visual del amplio espacio con su enorme mole. En la actualidad, frecuentemente la forma es la protagonista, expresándose en anti-objetos , donde lo denotativo se pierde.
Por todo lo anterior, nos acogemos al criterio de A. Moles: “Lo estético es un valor privilegiado”.
En todo objeto debe buscarse el balance forma-función para que nuestro entorno se embellezca, nos influya desde el punto de vista ético a través de esa fusión bien-belleza de la que tanto hablaban los antiguos, cuyas ideas se mantienen vigentes hasta la actualidad.