María Fals
La autora es crítica de arte
En el transcurso de los siglos, en el arte se ha manifestado su evolución en espiral, girando desde formas sencillas y límpidas hacia estilos más cargados y caóticos. Este es el caso del arte de finales del siglo XVIII y de los primeros dos tercios del siglo XIX, con la presencia de dos estilos fundamentales: el Neoclasicismo y el Romanticismo.
El neoclasicismo es un movimiento que surgió a mediados del siglo XVIII por diferentes factores, el descubrimiento de las ruinas de Herculano (1738) y Pompeya (1748), el auge de la burguesía, portadora de nuevos gustos artísticos y el cansancio de las formas representativas del Rococó.
Se caracterizó por inspirarse en la Antigüedad Clásica, por el predominio de la razón sobre los sentimientos, por la sobriedad, la elegancia y la estructura ternaria. En la pintura predominó la línea sobre el color, la luz proyectada en ángulo de 45 grados y la piel de las damas de una coloración más clara que la de los caballeros.
El neoclasicismo pasó por varias etapas: la aristocrática a finales del siglo XVIII, la revolucionaria a partir de 1789 con el inicio de la Revolución Francesa, la imperial, que se inicia con la subida al trono de Napoleón Bonaparte en 1804 y la Académica, que se extendió hasta bien entrado el siglo XX, al refugiarse en los salones oficiales y en la enseñanza de las llamadas Bellas Artes.
Entre los principales representantes de este estilo se encuentra Jacques Louis David, que utilizó mucho los convencionalismos pictóricos y poco el claroscuro, quien se hizo inmortal a través de obras inolvidables como “El Juramento de los Horacios” y “La muerte de Marat”. También se destacó Jean Auguste Ingres, al realizar múltiples retratos y desnudos con su uso de líneas curvas y elegantes que envolvían las figuras. Entre sus obras queremos mencionar “El Baño Turco” y “El Retrato de Monsieur Bertin”.
La escultura neoclásica usó fundamentalmente mármol y bronce como materiales. Sus temas más frecuentes fueron de carácter mitológico, históricos o alegórico y los retratos de personas importantes representados como dioses de la Antigüedad. Sus imágenes son frías y con belleza idealizada. En ella Se destacaron Antonio Canova-italiano- y Bertel Thorvaldsen- danés-.
En la arquitectura del neoclasicismo se fueron introduciendo materiales novedosos como el vidrio y el hierro para la estructura interna y la decoración, pero los edificios mantuvieron elementos provenientes de los órdenes clásicos. Germaine Soufflont, Pierre Alexandre Vignon en Francia y Juan de Villanueva en España son algunos de sus principales representantes.
En la música tenemos el clasicismo, que en oposición al barroco busca lo sencillo, ofreciendo una visión racionalista, melodías sencillas, menor uso del contrapunto, legándonos sinfonías, cuartetos de cuerda, sonatas de Haydn, Mozart, Beethoven y Vicente Martín Soler.
Desde finales del Siglo XVIII en Alemania va naciendo el romanticismo literario, con Goethe, Schiller y el movimiento Sturm und Drang; pero es alrededor de 1825 que el romanticismo, dentro de las artes plásticas, surgió en Francia como una reacción a la rigidez del Neoclasicismo, ofreciendo una visión individual del entorno, exaltando la naturaleza como fuente y origen, rechazando la ciudad industrial.
En las artes, el movimiento romántico se desarrolló fundamentalmente en la pintura, en la escultura y en la música. En la escultura se mezcló con el Neoclásico como sucedió en la obra de François Rude. En la historia de la arquitectura se discute aún si el Neogótico, variante del Eclecticismo de fines del siglo XIX, es o no arquitectura romántica.
En la pintura romántica se observó el predominio del color sobre la línea, la pincelada suelta, la multiplicidad de figuras, la sensación de movimiento, el contraste de claroscuro intenso o manejo de la luz a través de colores complementarios, exaltando siempre las emociones sobre la razón.
Sus temas más característicos fueron los paisajes, la violencia, los retratos, el mundo oriental y la Edad Media.
Entre sus representantes estaban Eugenio Delacroix que creó retratos, temas orientalizantes o violentos como “La Matanza de Quíos” y Theodore Géricault, cuyo amor por las carreras de caballos lo condujo a una temprana muerte. Los caballos, entonces, fueron su principal tema, aunque en su obra también estuvieron presentes la violencia, la locura y los naufragios como el de “La Balsa de la Medusa”.
En la escultura, François Rude nos transmitió una fuerte sensación de movimiento, utilizó multiplicidad de figuras, sin embargo, le gustaban los temas heroicos o de la antigüedad como a los neoclásicos, como un ejemplo de esto tenemos su relieve de La Marsellesa, ubicado en un arco de triunfo dedicado a Napoleón. Antoine Carpeaux nos deleitó con sus figuras en movimiento en obras como “La danza” e invocó la curiosidad e inocencia de la infancia en “El Niño de la Caracola”.
La música romántica estuvo cargada de pasión, alternando fortes y pianos, desarrollándose las óperas, las sinfonías, los oratorios, aumentando el tamaño de las orquestas, destacándose como instrumentos como el fagot, la tuba, saxofón, el corno inglés y sobre todo, el piano. Beethoven, Schubert, Chopin, Rimski-Kórsakov fueron algunos de sus grandes exponentes.
Estos dos movimientos tan opuestos son las dos caras de la moneda del alma, donde se mezclan pasión, sentimientos y fe con el control, el pensamiento lógico y el razonamiento, lo que le permite al ser humano poner riendas a sus emociones y convertirse en alguien capaz de crear, de transformar y de convertir en arte la vida cotidiana.