María Fals
La autora es crítica e historiadora del arte
Romero Britto es un artista brasileño de alto reconocimiento internacional. Una de sus galerías se encuentra en Miami Beach, Florida, EE. UU. Visitarla para mí fue un encuentro con otros paradigmas y un punto de partida para reflexionar profundamente en torno al papel del objeto artístico, del artista y del arte en general.
Son meditaciones que pretenden ser holísticas en las que dialogo conmigo misma, me cuestiono, me interrogo y que quiero compartir con ustedes.
¿Quién es Romero Britto, más allá de su marca, más allá de un nombre, más allá de las hadas, los corazones, el colorido brillante de su obra, de sus pinturas, diseños, medias, magnéticos para neveras, de sus bolsos y mochilas, de su moda?
Romero Britto es un artista autodidacta, admirador de Andy Warhol, de Keith Haring y sobre todo de Roy Lichtenstein, tiene también poderosos puntos de encuentro con el arte Kitsch, me recuerda en su estética a la frivolidad de Jeff Koons, pero más alejado del erotismo, un niño adulto que se sorprende y nos sorprende con un arte que para algunos es evasivo, para otros coleccionistas es un puente a la felicidad y a lo mejor de la infancia perdida que dejamos cuando crecimos en el país de “Nunca Jamás”.
Un nuevo rococó postmoderno, un “Universal” que lleva a un “Magic Kingdom”, en fin, un lugar sin dolor, sin pobreza, sin calentamiento global, sin guerras, sin maldad, limpio, brillante y ajeno como la luz de los semáforos en medio de la madrugada oscura.
Su mundo de pelotas de franjas de colores del Cirque Du Soleil, sus corazones de alas de mariposas que nos revolotean alrededor, una margarita que crece sobre un auto deportivo de lujo, su delicioso retrato de Elton John, su Coca Cola que en lugar de gas exhala estrellas y círculos de esperanza, Barbie y la Virgen de Guadalupe felizmente vestidas, nos muestran que nada escapa a su mundo unipolar donde la balanza se inclina de forma ortodoxa sólo al lado positivo de la vida.
En 1992 Romero Britto fundó el Happy Art Movement, para inspirar amor, diversión y optimismo a las personas de todo el mundo. Su filosofía, como la del Pop, es acercar el arte a la vida cotidiana, al mundo de los objetos, al entorno más cercano a las personas, para sacar de su rostro una sonrisa en los días de dolor, frustración y pesimismo.
La alegría es contagiosa, es atrayente, la variedad de precios de sus arte-objetos también, si no tienes miles de dólares para comprar una pintura puedes por 35 dólares comprarte un par de medias que acaricien tu cuerpo, haciéndote sentir que eres el dueño del destino, que controlas, que puedes comprar un poquito de felicidad para ponerla en tus pies. Te las entregan junto con un brochure del artista, dentro de un empaque negro, que lleva en su superficie escrito con letras plateadas el nombre de su diseñador, acompañado de un elegante sobre negro que guarda la factura de lo recién adquirido.
¿Quién es Romero Britto? ¿Es un mago del mercado, alquimista de la alegría o manipulador exitoso que vende a pedazos el mundo perfecto que aún no hemos sabido construir? En el texto explicativo que nos entregan en sus galerías se habla también de sus ciento veinte millones de dólares donados a los necesitados, en su página virtual se explica que ha hecho donaciones a alrededor de “250 organizaciones benéficas” y se plantea que es “Un creyente en el papel de un artista como agente de cambio positivo”.
Romero Britto ha estado presente en el Foro Económico Mundial de Suiza, es miembro de la Junta del St. Jude’s Children’s Research Hospital, su obra ha recorrido el mundo y ha sido expuesta en el Carrousel del Louvre, en el Museo Soumaya y en más de cien países. Ha realizado instalaciones en Berlín, en el Aeropuerto John F. Kennedy, ha colocado la gran pirámide del “Egipto de los comics” a las entrañas del Hyde Park de Londres. Ha hecho el retrato de Obama junto a su amada Michelle, se ha fotografiado con Pelé y el Papa Francisco, pero sigo cuestionándome: ¿quién es Romero Britto?
En los siglos XX y XXI han existido artistas como Ernst Kirchner, Jean Fautrier, Francis Bacon, Avery Singer y Denzil Forrester que han maximizado en sus obras la categoría estética de lo feo, provocando el rechazo de los sentidos. Buscan de esta forma denunciar, gritar, conmover, hacer catarsis de angustias individuales o colectivas. Romero Britto está en el polo opuesto, busca olvidar la trilogía maldad, fealdad y falsedad, sustituyéndola neoplatónicamente por “lo bueno, lo bello y lo verdadero” el trípode perfecto de la liberación y de la paz del alma.
Sin embargo, dos caras tienen las monedas, el día sucede a la noche, el Yin y el Yang se complementan en una antinomia perfecta, no podemos entender lo que es lo bello si no conocemos qué es su opuesto, no podemos valorar en toda su magnitud la felicidad si no hemos atravesado el umbral de la tristeza. El arte postmoderno se ha polarizado entre una estética-ética y la otra.
En medio de todo, el equilibrio se mantiene: unos buscan volcar en la obra los problemas humanos, otros crear un espacio paralelo donde todo está bien, donde nos podemos evadir de la dura cotidianidad. Cada quién escoge- sea artista, crítico de arte, o público comprador- qué quiere hacer, qué quiere valorar y qué quiere tener.
El mercadeo es tal vez el “ nuevo arte de nuestro tiempo”, sin embargo, desde un punto de vista muy personal, sus relojes infantiles me inquietan, su ratón Miguelito me asusta, sus formas felices me hacen sentir que les falta algo, un soplo de vida, una brisa de verdad, de esa otra verdad que se ve a la vuelta de la esquina, en la faz de un hombre que te pide una Coca Cola y un hamburguer para no morir de hambre, o en la sonrisa de una emigrante que te vende maní en las aceras de las Estrellas de la calle Ocho. Y ahora les pregunto: ¿qué es Romero Britto?