Nelson Encarnación
La reaparición de la encuestadora Gallup, ausente del escenario por más de dos años, no ha podido ser más tumultuaria y polémica, a partir de sus resultados de intención de voto.
Al cambiar de patrocinador, muchos han puesto en cuestionamiento la idoneidad de sus resultados, sobre todo tomando en cuenta la acreditación que había cosechado actuando bajo la sombrilla del Grupo Corripio.
Es como si al cambiar de patrocinador en esa misma medida la firma ha dejado de ser seria, lo que constituye un enfoque superficial que no se corresponde con la necesidad de abordar esos resultados con una visión menos reduccionista.
En definitiva, la encuesta Gallup ha mostrado lo que otras mediciones durante un par de años, es decir, el posicionamiento permanente del presidente Luis Abinader como candidato puntero en una eventual repostulación, por un lado, y por el otro, el deterioro progresivo del Partido de la Liberación Dominicana y la firmeza del expresidente Leonel Fernández en una segunda posición.
Sin embargo, todos son supuestos que quedan sujetos a una confirmación distante en el tiempo, si nos atenemos al hecho de que entre la fecha de la encuesta—y las anteriores de otras firmas—y el día de las elecciones presidenciales media un trecho durante el cual cualquier cosa puede suceder, sobre todo en un país tan politizado como es el nuestro.
Existen en el horizonte dominicano factores de una volatilidad extrema, y cuya gravitación es susceptible de hacer cambiar el panorama en cuestión de días.
Uno de ellos tiene el potencial de una carga de dinamita capaz de echar por tierra todos los cimientos de la popularidad del presidente Abinader, llevándose de encuentro, no solo las previsiones de las encuestas, sino incluso la posibilidad de competir en 2024.
Me refiero a una reforma fiscal que ha recomendado el Fondo Monetario Internacional (FMI), un desatino que ninguna administración sensata ni siquiera evaluaría en los albores de un proceso electoral.
En definitiva, al FMI poco le importa el detonante interno de sus recomendaciones, sino que solo le preocupa que las finanzas públicas cuadren conforme a sus criterios, sin medir consecuencias sociales o políticas, con su expresión más amplia en términos electorales.
Ahora bien, asumir esta variable es responsabilidad exclusiva del Gobierno, y, en particular del presidente de la República, por lo cual, en un ambiente preelectoral queda descartada.
Así las cosas, lo que dicen Gallup y otras encuestas nos parece que no anda muy alejado de la realidad del momento y de las proyecciones a trece meses, es decir, una previsible competición Abinader-Leonel, con el actual presidente como favorito. Lo demás puede ser un deseo que se desvanece en humo.