María Fals Fors
Historiadora del Arte
La exposición “Nosotras Colectivo Generación 80” se celebró el 31 de marzo de este 2023 a las 6.00 de la tarde en el Colegio Dominicano de Artistas Plásticos. Se abre así la primavera con la eterna permanencia de un grupo de artistas que legó la unidad, la ruptura y la revitalización del arte dominicano en los finales del siglo XX.
Un pensamiento y acción colectivos que buscaba destacar la función social del arte para desarrollar un sujeto crítico transformador, la utilización del diálogo como mecanismo de integración, el apoyo mutuo para la obtención de espacios expositivos, el abrirse paso dentro del mercado del arte como artistas nóveles, la utilización de nuevos temas y la revitalización de tópicos identitarios, fueron parte de los propósitos y características del Colectivo Generación 80.
Un papel destacado dentro de éste lo tuvieron mujeres cuyas obras forman parte de esta muestra: Anny Salcedo, Aracelis García, Bélgica Medina, Belkis Ramírez, Clarivel Rivas, Clemencia Gómez, Dorit Weil, Eneida Hernández, Felicia González, Grecia Rivera, Lizett Mejía, Marylin Caminero y Sonia Canto.
Anny Salcedo nos sorprendió con toques de surrealismo y de expresionismo, donde lo fitomórfico y lo zoomórfico se conjugan en las miradas de los árboles, la energía de su arte se nos desliza sobre la piel, develando el misterio ancestral de los espíritus escondidos en lo profundo del monte.
Aracelis García nos llenó de color el horizonte, sobrevolando entre gaviotas, preguntándonos por qué escondemos la inocencia en el penacho de una palma real recién crecida.
Bélgica Medina conversa con la diosa de la luna sobre el color de las orquídeas cuando las tocan las sombras de la luz en las noches claras en las que la máscara danza al compás del rito ancestral de los encuentros.
A este compartir del arte y la alegría llegó la trascendencia de Belkis Ramírez, acompañada de mujeres con sus cabellos altos como torres, vestidas de piernas sin reposo, nos atravesó el pecho con su feminidad que rompió esquemas, construyendo instalaciones donde todas podamos entrar con nuestra edad y nuestra piel distinta, con nuestros sueños y nuestros senos divergentes, con el mundo a cuestas y con el universo en cada hueco del corazón.
Claribel Rivas tocó el suelo con una frágil zapatilla, dibujada a contraluz sobre el fondo de la nada, bailó el lago de los cisnes con zapatos rojos y piernas firmes, descansó en un pedestal de cuerpos que recorren las montañas violáceas, caminando sobre la cabeza olvidada de una centuria que siempre estará.
Clemencia Gómez, con sus rostros femeninos, con sus bocas conformadas por líneas descendentes, con los ojos grandes, abiertos, inquisitivos, envueltos en líneas curvas a través de torsos desnudos, nos conjuró a recorrer la espiral de la distancia, a buscar la felicidad escondida en un capullo, a deslizarnos como lluvia de manzanas y mariposas sobre la tierra ávida.
Dorit Weill, con una estrella hermana de la luna y un toro de violencia oculta, avanzó hacia la brisa que flotaba sobre el agua de un surrealismo mágico donde amanecía el sueño, ese que logra convertir manchas difusas en la figura sonriente de una mujer recién nacida, parida sobre la cruz de brazos llenos de ternura.
Eneida Hernández nos esperaba sentada en un banco de un parque de la Zona Colonial. Entre tanto, leía el libro que llevamos escondido en la punta de la frente y meditó sobre el eterno retorno de la rueda de la bicicleta, contemplando lo que está más allá de las persianas francesas de una casa anónima.
Felicia González exaltó el brillo del sol recién nacido, rememoró la sonrisa de Rosa Tavárez sobre el mágico rojo de la entrega a su arte, convirtió las plantas en líneas serpenteantes, conjugando la armonía del color con lo humano y lo natural, renovando el alma de las cosas en cada porcelana y lienzo que tocó con su frescos y dinámicos trazos.
Grecia Rivera vino a verme en la memoria, montada a caballo en el recuerdo de una UNIBE sin ascensores, volando entre conversaciones gratas compartidas hace tiempo, al compás de un café bebido de prisa antes de entrar a clases. Vino a recordarme que el tiempo avanza, pero que la huella queda frente a la dualidad eterna del yin y el yang, encima del cuerpo resiliente del alma pura cuando pintamos las manchas que hacen inmortal la huella infinita de lo bueno.
Lizett Mejía, artista que se hermanó con nosotros en recientes proyectos, en los que pretendimos encontrar en una mesa redonda la frágil permanencia de lo eterno, nos tocó con un rojo de volcánica presencia, que se elevó sobre el azul y el verde de la calma, sangrando en el catártico gesto con el que se rescató a la estrella que ilumina y salva, mezclando los jugos de los árboles del bosque de los druidas, transformándolos en una parábola, en una esencia, en un hálito de amor por los seres humanos.
Las obras de Marilyn Caminero se colaron en nuestro espíritu, cobraron formas identificables a través de la exploración de aquello “que es invisible a los ojos, que sólo se puede ver con el corazón”, sus formas y colores expresivos nos tocaron, nos introdujeron cual raíces en la tierra, integrándonos a los troncos, a los alimentos ocultos bajo la capa vegetal, al cuerpo de una ninfa de los bosques, al perfume de una pareja amorosa que busca florecer más allá del paraíso.
Sonia Canto en “Lucha y victoria” llegó con sus seres humanos sin rostros y sin manos, unos pintados y otro tridimensional atrapado en gavetas. Venían mutilados, envueltos un mundo de tubos, de entrañas fragmentadas como mosaicos vivos. Eran entes que recorrían con sus pies truncos, como hacemos todos, la ruta triunfante que conduce a la felicidad, dibujando los círculos de la esperanza que nos salva.
El poder del arte femenino, expresado en las obras expuestas, nos dijo en un diálogo fecundo que el “Pasado” es hijo del “Tiempo”, pero que no será devorado por su padre Saturno, que las Geas terrenales lo han rescatado envuelto en pañales de obsidiana, que lo salvarán de la energía mortal y efímera de los relámpagos del olvido, que el legado del Colectivo Generación 80, masculino y femenino, se seguirá conformando de saetas que han unificado su fuerza, dejando en cada obra una incógnita, un propósito de vida, un mensaje de optimismo que espera por nosotros para ser descifrado.