Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
En la tarde del martes 25 de octubre de 2022 quedó inaugurada la exposición ‘Memorias de la Resiliencia’, realizada con obras de grandes artistas dominicanos que a su vez son profesores de la Escuela de Artes Plásticas de la UASD, actualmente dirigida por el maestro Manuel Barías.
Esta contó con la curaduría del maestro Carlos Montesino quien, contando el apoyo de sus colegas, desarrolló un discurso museográfico interesante, agrupando obras hermanas en cuanto a temática, aspectos técnicos y elementos formales.
Pude visitarla con mis estudiantes de la sección 04 de Introducción a la Educación Estética, futuros maestros que integrarán el arte a su actividad docente, a sus proyectos participativos de aula y lo convertirán en un eje transversal que facilite el conocimiento y el desarrollo humano.
Entre los participantes en esta muestra se aprecian Amable Sterling con dos de sus obras. Una de ellas, denominada “Icaro y plañideras”, abre la exposición y en ella se observa una mezcla de lo académico, lo onírico surrealista y la deformación expresionista que se combinan para lograr un mensaje simbólico de gran profundidad filosófica.
Juan Tiburcio con una obra sin título, realizada en acrílico sobre papel, es excelente en cuanto a los matices del color y la composición. Julián Amado, cuya destreza en el manejo de las diferentes técnicas es encomiable, nos toca con sus cancelografías reflexivas como “Cuestión de dos (naciones enfrentadas)”.
Manuel Barías busca las espirales del tiempo y la naturaleza con gran destreza en pinturas como “Sinergia cromática” y dibujos como “Estudios”, realizados en carboncillo sobre papel. A su lado, en las blancas paredes del salón de exposiciones de la Facultad de Artes, se aprecian las obras en gran formato de Carlos Montesino, que nos hacen navegar en una “Deslumbrante realidad” que refleja la luz enceguecedora de un trópico insondable de hojas verdes, coronadas por sus sombras luminosas.
Ernesto Plácido nos deleita con peces y círculos “Sin título” donde los planos de color se dividen y se integran en una unidad y lucha de contrarios. José Sejo, presenta dos trabajos y en su juguetona obra “Homenaje a Carmen Miranda” nos lleva al jardín de la fantasía y la esperanza, en el que el arcoíris vence la lobreguez de lo vacío sobre una cabeza evocativa de Arcimboldo.
Dionisio de la Paz también se nos acerca con dos cuadros, uno de ellos llamado “Pelea de gallos en el atardecer”, donde recrea universos imposibles de conciliar en la vida real: crestas-flores-casas, espuelas fallecidas en el suelo, se debaten contra un cielo de sangre, naranja y amarillo sobre el que el violeta de la muerte hace revivir el fuego.
Johny Jiménez cargado con tres excelentes dibujos se presenta en “Soledad” soñoliento de amaneceres, con su carga de alas y de búsquedas “Debajo de mis párpados”, para decirnos que las palabras sobran cuando el arte sale de lo más profundo del alma. José Pelletier se nos acerca custodiado por dos miembros de su “Jauría”, uno lleno de gracia, otro incompleto y en alerta para hacernos ver a través de nuestro mejor amigo cuán frágiles somos y cuánto amor necesitamos.
Dos obras muy diversas, una talla en madera colorida, abstracto geométrica y otra en metal con una figura humana en movimiento perpetuo, son las expresiones del talento del gran escultor dominicano José Rotellini. La mirada infinita e indescifrable de una mujer nos sorprende desde la verticalidad y el color maravilloso de obra de Ruahidy Lombert, en tanto Eris Estrella nos presenta dos logrados retratos del Maestro Dioni Rufino, ex decano de la Facultad de Artes y de la Dra. Ericka Estrella.
Roberto Germán nos deleita “Con Dueño” y “Sin dueño”, exaltando a través de la imagen de dos perros diferentes la belleza de la libertad sin amo, y la poligrafía “Yo, Adam” de Leonardo Durán nos invita a reflexionar sobre el hombre y su destino. Liubov Balanutsa, sutil y femenina, nos entrega dos bodegones maravillosos donde lo etéreo se traduce en el “Bodegón con pluma”.
Entre tanto, Santos Méndez nos habla de amor y de fuerza en los puntos encontrados en la memoria del paisaje a través de su colorido díptico “Amar en la cima tropical” y el Maestro Francisco Mata Lima nos lleva a redescubrir las tradiciones entre marchantes y a recorrer la ciudad sobre el coche del recuerdo. Las “Ciber Minina Caribe” de Pedro Veras, Meninas atemporales sin labios, con sus palabras guardadas, están llenas de preguntas.
El artista Juan Francisco Terrero se destaca en esta muestra con una obra «Sin título» del año 1997, una sanguina sobre papel en la que se refleja la silueta de un rostro sin rasgos definidos que sintetiza la suma de todos los seres humanos en la búsqueda del infinito y que se caracteriza por su alta calidad formal.
Juan Elías presenta el Yin y el Yan, el sexo masculino y lo femenino en una obra en roca, metal y luz y el “Insomnio” queda atrapado en el papel que lo encarcela. La bailarina Miriam Bello se desliza en una danza inolvidable captada en un dibujo y quedamos “Entrelazados” en medio de la luz, entre el you y el yo de la instalación de Arelis Subero, Decana de la Facultad de Artes, quien reflexiona sobre la otredad y sus aristas sin fin.
Este espacio debe ser visitado por los alumnos de la UASD, por artistas visuales dominicanos, por críticos y público en general para sentir la vivencia de lo que es buen arte, para incentivar la memoria y fortalecer la resiliencia a todo lo que daña, para salvar una vez más el yo colectivo que nos dice que” sigamos adelante rumbo a la esperanza”.