Petra Saviñón Ferreras
El martes era Día Nacional de la Biblia, ese tratado de judíos y cristianos y cuyos principios y colecciones de reglas, de costumbres han parido otras religiones monoteístas abrahámicas como el samaritanismo, el islam, el mandeísmo, el sabeísmo, el druzismo y el bahaísmo.
Ese material fundamentado en los hábitos y creencias asentadas por Abraham, el gestor del monoteísmo, y el grupo que le acompañó al exilio, es en síntesis la visión sobre un dios único o que si comparte el universo con otros, es el que sí merece respeto, adoración (henoteísmo).
Son tantas las escrituras que avalan a un ser supremo (o unos) que la Biblia viene a ser una más. Sin embargo, fuera de toda adhesión religiosa, ninguna duda queda sobre lo interesante de este compendio, su riqueza, sus aportes a la cultura universal, sobre todo en el viejo testamento.
Esta parte divida en las leyes, las historias y los profetas vista a modo de conocimiento general fascina, imanta. Observada como una guía para regir las acciones individuales y colectivas, ayuda a enriquecer la vida de los que así lo asumen.
Claro que tiene áreas criticables, cuestionables y hasta contradictorias. Sí, como otros libros sagrados pero tomadas y practicadas ayudan a fortalecer las virtudes, las capacidades humanas, el resultado contribuye al crecimiento personal y a forjar un mejor entorno.
Por esto, el cuidado con el fanatismo debe ser esencial, estar presente la lucidez, porque no es fácil de digerir ni de interpretar y eso lo convierte en algunas zonas en un texto oscuro, podría decir maldito en rememoración de los poetas aquellos, pero no quiero lucir irrespetuosa.
En conclusión, es importante esa difícil tarea de saber qué es real, qué solo relato y por cierto, ahora cada vez más documentos bíblicos son sindicados como ficción. La lista empieza por Job, primero escrito, incluso antes que Génesis, según los entendidos.
En resumen, fue Día Nacional de la Biblia y el presidente Luis Abinader lo celebró en Palacio y prometió acoger sus mandatos.
Amén.
¿Luego vendrán los días de otros textos sagrados?