Cuando Ernesto tenía 15 años solía ser muy delgado y mucha gente se burlaba de él. Se sentía débil, indefenso, hasta que un día decidió inscribirse a un gimnasio y su vida cambió.
“Empecé a ejercitarme, a nutrir mis músculos. En 12 meses ya tenía resultados increíbles, y pasé de pesar 60 kilogramos a 97 en tres años. Todo iba genial hasta que comencé a obsesionarme; me veía más pequeño que los demás y empecé a ejercitarme más y más”, explica a Efe.
Para Ernesto, como para miles de personas que sufren vigorexia, un trastorno mental que distorsiona la imagen que los sujetos tienen de sí mismos, el espejo siempre miente.
“Quienes padecen esta enfermedad se ven muy flacos, con falta de masa muscular y empiezan a realizar mucho ejercicio para mejorar su cuerpo. Su percepción está distorsionada”, detalla la doctora Dunia De Martini Romero.
La subdirectora médica del Hospital de Psiquiatría con Unidad de Medicina Familiar Número 10 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) asegura que las personas con vigorexia se obsesionan con el ejercicio y pueden realizarlo por varias horas.
“Se ejercitan por más de una hora y media y están constantemente en la búsqueda de programas de entrenamiento para mejorar sus músculos con el objetivo de agrandarlos”, precisa.
“Se ejercitan por más de una hora y media y están constantemente en la búsqueda de programas de entrenamiento para mejorar sus músculos con el objetivo de agrandarlos”
Rodrigo, un ingeniero informático, admite que puede pasar hasta seis horas en el gimnasio. “Hacer ejercicio es sano; sólo busco tener un buen cuerpo, ser fuerte. No veo que eso tenga nada de malo”, explica.
Pero no solo eso. Quienes padecen vigorexia también recurren al consumo de complementos alimenticios no regulados por organizaciones sanitarias con el fin de seguir agrandando su cuerpo, lo que los lleva a sufrir problemas físicos y mentales.
“Empecé a tomar medicamentos, suplementos; tomaba todo lo que me daban, pero me ponía muy nervioso, hasta violento. Era incontrolable. Perdí muchos amigos por eso”, rememora Ernesto.
De Martini explica que, debido a la obsesión de estas personas, sus relaciones interpersonales se ven considerablemente afectadas “porque los enfermos sienten que no los entienden, que están en desacuerdo con ellos”.
Incluso, detalla, hay quienes han perdido su empleo o familia.
Rodrigo, por ejemplo, reconoce que a veces abandona sus responsabilidades laborales y sociales para satisfacer su obsesión por el ejercicio.
“Esto no ha puesto en riesgo mi trabajo, porque el gimnasio está en el mismo edificio, pero sí he dejado de ver a mis amistades y discuto mucho con mi familia porque me cuestionan mis idas al gimnasio”, acepta.
También suele vigilar cuidadosamente su dieta, la cual está basada en proteínas, suplementos y complementos alimenticios.
De Martini lamenta que no existan cifras acerca de este padecimiento pues, debido a que el ejercicio es visto como algo saludable y a que los pacientes por lo general no reconocen que tienen un trastorno, no se sabe exactamente a cuántas personas afecta en México y el mundo.
Señala que es más común que los vigoréxicos inicien con este problema entre los 20 y 40 años y hay casos que ni siquiera llegan a ser diagnosticados.
Además, la proliferación de tendencias “fitness”, muchas de ellas impulsadas por las redes sociales, han aumentado los casos de este tipo de enfermedades.
“Definitivamente la imagen que nos transmite socialmente el ideal de la persona atractiva tiene mucho que ver en tratar de seguir esa imagen”, explica.
Tal como sucede con otros trastornos relacionados con la imagen corporal, es muy difícil que los afectados lleguen a pedir ayuda por sí mismos; muchas veces lo hacen forzados por su entrenador o por un familiar.
El tratamiento consiste en un proceso terapéutico para sensibilizar a la persona acerca de su imagen corporal a través de la psicoterapia, principalmente.
“A veces también requieren antidepresivos, ansiolíticos, debido a la ansiedad que les genera su imagen corporal”, explicó.
Hoy, Ernesto ha podido salir de este problema y habla de su experiencia para poder ayudar a otros.
“Lo único que les digo es que no se preocupen. Los cambios vienen poco a poco, tengan paciencia, porque lo que viene rápido, rápido se va”, concluye. Cristina Sánchez