Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El arte africano influye en el surgimiento del cubismo, del expresionismo, en la savia dinámica del fauvismo y en otras vanguardias del siglo XX.
En la República Dominicana, Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson, Darío Suro, Clara Ledesma y Ada Balcácer se vincularon a la representación plástica de elementos afro dominicanos, ya sea en el aspecto temático o en el formal.
Se entiende como arte tradicional aquel que se desarrolla entre los pueblos de América, Asia, Australia y del continente africano, que ha conservado sus raíces ancestrales y se ha mantenido con escasa evolución.
Este arte busca lo conceptual y lo sígnico; lo mágico religioso está vinculado a su esencia, establece la comunicación de su mensaje a través de formas estilizadas, geométricas o abstractas. Casi nunca responde a cánones realistas, similares a los grecorromanos, con excepciones como los retratos escultóricos de Ifé en Nigeria.
A comienzos del siglo XX Europa “descubre” el arte africano. Picasso visita el Museo etnológico de Trocadero en París durante 1907, adquiere en ese mismo año su primera obra “primitiva”, convirtiéndose en coleccionista permanente de estas formas artísticas.
Los fauvistas como Matisse, Vlaminck y Derain estuvieron también en ese museo, convirtiéndose en admiradores de las obras africanas. El arte africano influye así en el surgimiento del cubismo, del expresionismo, en la savia dinámica del fauvismo y en otras vanguardias del siglo XX.
Estos creadores comienzan a tomar los aspectos formales de este arte y a adecuarlos a sus formas de expresión, ya que estaban buscando renovar el arte europeo y romper con la tradición de realismo idealizado y el modelo de belleza clásico de la representación del ser humano, establecido por el escultor griego Policleto desde el siglo IV A.C.
Un reflejo de la valoración paulatina del arte africano por parte de los intelectuales y artistas occidentales es la publicación del “Decamerón Negro” de Leo Frobenius en 1913 y de “Plástica Negra” de Carl Einstein en 1915.
Una de las más importantes manifestaciones artísticas de África es la escultura. Destaca entre sus técnicas la talla en madera. Las esculturas de bulto africanas casi siempre parten de un tronco de árbol, caracterizándose por su estilización, tendencia a la geometrización y por el uso de manos de guantelete.
Otra técnica importante es el fundido con el uso de la cera perdida, destacándose los retratos escultóricos de los obas o reyes del reino de Benin. Se utiliza además la piedra, la talla en marfil. Abunda la cerámica para representar figuras humanas, animales y crear objetos utilitarios.
Ifé fue el centro de un antiguo reino de los yorubas de Nigeria. Es la ciudad sagrada de este pueblo, fundada alrededor del siglo IX. De ella salieron los nietos del rey Oduduwa, quienes formaron los reinos de Owu, Keto, Benin, Illá, Sabe, Oyó, Popo. Su arte escultórico alcanza su mayor esplendor en el siglo XIV. Se caracteriza por sus técnicas refinadas y un naturalismo poco usual en África. Representan bustos, figuras de cuerpo completo, retratos ecuestres y cabezas de animales.
Benin es otro de los reinos que tuvieron amplio desarrollo entre el siglo XII al XIX, su capital fue Ibinu. En la escultura típica de su cultura, se observa el trabajo en madera, marfil, hierro y bronce.
Esta evoluciona desde el realismo hasta la esquematización cada vez más acentuada. Sus relieves escultóricos en general se caracterizan por su geometrismo, esquematismo y la jerarquización de las figuras.
Los dogones se ubican en el suroeste del río Níger, en la zona central de Malí. Hacen bailes con máscaras talladas en madera para rendir culto a los ancestros. Su arquitectura refleja sus valores culturales y religiosos, al diseñar los planos de sus casas y pueblos en base a la imitación del cuerpo humano. Su aldea debe conformar un hombre tendido de espaldas y las puertas de sus viviendas tienen nichos con imágenes de antepasados.
Ellos también recrean en su pintura los astros, los animales, sus tradiciones, costumbres y creencias. Pintan sobre las paredes de las casas y en el acantilado de Bandiagara que rodea sus pueblos.
En la zona del Congo se establecieron los estados feudales de Loango, Kongo, Luba y Kaba. En ellos se elaboraron gran diversidad de máscaras de iniciación y esculturas de alto nivel estético. En 1482 el portugués Diego Cao llegó al reino del manikongo, quien se bautizó bajo el nombre de Alfonso I. El cristianismo se mantuvo vigente en esos territorios hasta 1717.
Al ser expulsados los misioneros católicos, se desarrolló una religiosidad sincrética que dio origen a la regla de Palo. Para sus prácticas, se crearon objetos de carácter religioso como crucifijos, nkisis e imágenes de los antepasados. Las esculturas congas son cilíndricas, se observan sentadas o de pie, con brazos pegados al cuerpo y plegados en ángulo recto y las piernas ligeramente dobladas. Su cabeza está cubierta, resaltan sus ojos con hendiduras en forma de grano de café y los tatuajes tribales en los rostros.
El arte africano no sólo influyó en Europa. Una parte significativa de las raíces culturales de América Latina y el Caribe son procedentes de las culturas africanas. En el período de las vanguardias artísticas, múltiples artistas de nuestra región incorporaron a sus obras elementos que reflejaron esta influencia.
En Puerto Rico, ya antes del desarrollo de las Vanguardias, Francisco Oller pintó “El Velorio”, en el que se representa la creencia del baquiní. En Cuba, René Portocarrero y Wifredo Lam, entre otros, exploraron en el universo de lo afrocubano. En la República Dominicana, Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson, Darío Suro, Clara Ledesma y Ada Balcácer se vincularon a la representación plástica de elementos afro dominicanos, ya sea en el aspecto temático o en el formal.
Todo esto demuestra la necesidad de profundizar en los estudios sobre las características formales y conceptuales del arte tradicional africano para poder comprender de forma más integral su influencia en la cultura artística de los siglos XX y XXI, tanto en el continente europeo como en la América mestiza de la que somos hijos.