Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El viernes 19 de agosto de 2022, a las 6.:00 de la tarde, en la sala Belkiss Adrover de Cibran, del Centro Perelló, de Baní, quedó inaugurada la exposición “Ahogado en un vaso de agua” de la autoría del artista visual Raphael Díaz.
Las palabras al catálogo fueron escritas por el diseñador y artista visual cubano Arián García.
En los momentos previos al inicio de esta muestra, se realizó un performance en la casa museo de Máximo Gómez donde participaron Geo Ripley, polifacético artista dominicano, María Marte, chef internacional, Julia Castillo, artista visual directora del Centro Perelló y el propio Raphael donde se recordó la conexión entre Cuba y República Dominicana a través de la figura libertaria de Máximo Gómez.
En ambas actividades estuvieron presentes la gobernadora de la Provincia Peravia Yadira Báez y funcionarios de la embajada de Cuba en República Dominicana, personalidades de la fundación Máximo Gómez como la señora Mariana Landestoy, miembros del Colegio Dominicano de Artistas Plásticos, Philartis R.D y un amplio público general.
Raphael Díaz es de origen cubano, ciudadano dominicano. Tiene residencia también en República Dominicana, vivió en su segunda infancia en España y es un ciudadano del mundo. Es luz en todas partes por su propuesta artística, por su mundo de amor, de esperanza y de sueños que comparte con todos a través de su arte y de su acción cotidiana.
Psicólogo, maestro de escuela, tiene el grado de Máster en la Universidad de Brown. Ha tenido una amplia formación en el campo del arte. Se graduó en Cooper Union en 1989, fundó la Galería Sol en 1995, primera galería latina de Rodhe Island. En su proceso de formación ejercieron una profunda huella Fernando Peña Defilló y Guillo Pérez. Ha recorrido el mundo con su arte: España, República Dominicana, Puerto Rico, los EE. UU y países de Asia han sido testigos del devenir de su amplia obra y escenarios de sus diversas exposiciones.
En esta ocasión el tema es Cuba, su raíz, el mundo en que se formó en sus primeros tres años de vida y que lleva marcado en la piel, en el subconsciente, en la sangre que lo mantiene vivo. “Mi Cuba” como le llama, se ha prendido en su alma como el paraíso perdido de Gauguin.
El amor y el vaivén de su cuna, el verde de sus montañas, el marco de una ventana abierta hacia el puerto, el sonido de los trenes en la distancia del tiempo, el olor de las mieles de la fábrica de ron y la música alucinante de una corneta china de su Santiago de Cuba natal, están ahí, a flor de piel, en la fibra de ese hombre universal que carece de recuerdos conscientes de esa época, pero que fue marcado por el fuego de lo ancestral.
El discurso de la propuesta presentada en Baní nos habla ante todo de la bandera tricolor, esa del triángulo rojo y de la estrella solitaria, cuya luz “ilumina y mata” con sus cinco puntas, la que cada cubano porta dentro de si como parte de su yo. Conversa con sus signos sobre la infinitud del mar, acerca de la fragilidad de los barcos que nos llevan de la patria a otros mundos, donde seguimos siendo los mismos, pero con otra mirada.
Presenta en copas de aguas limpias a los hombres y mujeres con la Y, invertida o de pie, y la eterna pregunta de un “¿Por qué?” que se vuelve en las mentes en muchos “¿Para qué?”.
Forman parte de su iconografía la virgen mambisa que preside la marcha dolorosa hacia las “tierras prometidas” y que presenta en una instalación, la cabeza de la desesperanza hundida en la copa de agua de la que no se quiere o no se puede salir, una rama que retoña en su amada bandera, las cercas, los tableros de ajedrez y un pinocho travieso que se oculta detrás de un ídolo maya en una cita de aparentes paralelas que convergen.
Con obras polisémicas donde el sueño aparentemente se rinde, Raphael se libera a través del amor y del eterno retorno de todas las cosas. En su espacio artístico, la misma agua que ahoga al hombre sin metas, lo bautiza y lo hace sentir.
La líquida superficie conforta y alimenta al bambú del que “sufre y espera”. En un mundo sin norte, la fe, la unidad en la diversidad, la amistad, la bondad y la poesía son brújulas que conducen a la sublimidad del ser y a la salvación de los seres humanos.
Ea pues, Rapha, sigue adelante caminando con tus cuadros a cuestas, con tu Cuba soñada, con tus antepasados, avanza sin pausa, que donde quiera que vayas te seguirá lo bueno, un blanco con su coraza, un negro con su machete al cinto, una conga cubana, tres barras azules junto con las dos blancas te indicarán el camino infinito a una estrella que salva.