Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
En el diseño del cartel de la exposición del artista mexicano Salvador Sánchez, que se inauguró el 8 de julio de 2022 en el Colegio Dominicano de Artistas Plásticos, se observa un caballo de Troya.
Su cuerpo de ladrillos rojos se proyecta en contrapicado ante un cielo de tormenta. Oblicuas columnas deconstructivistas lo sostienen. El equino está ciego, nació sin miradas, no observa el mundo sobre el que cabalga de oído, intuitivamente, aplastando todo lo que tiene a su paso.
El caballo sostiene una casa, el hogar común, quizás tu país, tu vivienda, tu planeta o tu Universo. El edificio, nos tienta con dos ventanas-ojos, cuadradas, rígidas, que convierten el mundo en aristas opuestas de lados iguales, llenas de dureza.
El desafiante animal tiene en su vientre tres vanos, a través de los cuales sus guerreros ocultos reciben la luz fragmentada y escasa que les llega del exterior.
Y en el tope de la imagen una pregunta: “¿Cuánto tiempo podrá estar enterrada la humanidad sin corromperse?” De esa interrogante nos nace otra en nuestro espíritu: ¿Estará enterrada la sociedad o solamente oculta, esperando el tiempo en que la crisálida se convierte en mariposa, se encontrará esperando que germine su semilla o se estará pudriendo como el fruto de sus sueños? Esas disquisiciones solo se las podrá responder el Hacedor de Milagros al Libre Albedrío.
Salvador Sánchez vive en Ciudad México. Realizó una licenciatura en Diseño Gráfico en UNITEC (1994-1997), una maestría en Artes y Diseño en la Universidad Autónoma de México (2011-2013) y actualmente se encuentra haciendo un doctorado con especialidad en pintura en esa misma universidad. Se ha destacado como profesor en la Universidad Anáhuac, Campus Norte y en la Universidad del Valle de México.
Por la calidad de su obra fue seleccionado para la XVII Bienal de pintura Rufino Tamayo realizada en el Museo Rufino Tamayo y el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (2016-2017) y recibió mención honorífica en el examen de grado de la Maestría en Artes y Diseño (2014).
Sus creaciones se han exhibido en diferentes exposiciones en su México natal y en otras partes del mundo, presentándose en importantes espacios entre los que mencionaremos la Galería Fundación Mapfre Ganarteme (2002) en Las Palmas de Gran Canaria y la Galería Amelia (2003) en Barcelona (España), el Museo del Hombre Dominicano (2003) y la Sala Ramón Oviedo (2009) en República Dominicana, el Centro Cultural Peruano -Japonés (2010) en Lima, Perú, la Escuela Nacional de pintura, escultura y grabado La Esmeralda (2014), la Antigua Academia de San Carlos, la Universidad del Valle de Ecatepec (2015), la Galería de la Escuela Nacional Preparatoria (2017) en México y la Universidad de Rhode Island, Providence, EE. UU. (2019).
Ha intervenido en el diseño, en conjunto con artesanos huicholes, del casco para el piloto de F1 Charles Leclerc en el año 2019 y realizado pinturas escénicas para obras de teatro como “Siete Puertas” (2002)” La honesta persona de Sechuan” (2004) “Frontera Norte”,” Santa Juana de los Mataderos” y “El Grillo” (2014).
Su arte puede inscribirse dentro de esta Postmodernidad de la que somos hijos, en él se entremezclan ecos de estilos e influencias como la del arte Pop, presente en el color puro y plano de alguna de sus composiciones, la del surrealismo con su carga lírica de onirismo, la del chorreado o “dripping” y la del Muralismo mexicano que evoca la raíz precolombina y se vincula con temáticas sociales cuestionadoras.
Sin embargo, todos estos son simplemente puntos de partida que no limitan la presencia de un lenguaje visual muy original y una simbología propia, llena de fuerza vital y de provocaciones ocultas o explícitas.
El manejo técnico es impecable, la fuerza del color atrapa al espectador, la sutileza del decir crea la curiosidad por descifrar el mensaje oculto en cada forma, en cada espacio del lienzo o matriz sobre la que crea un mundo nuevo por la magia de sus manos de artista, que comunica sus misterios a través del espejo de su obra.
El calor de una hoguera que derrite al aire, abrazado por sus lenguas de fuego, el rostro olmeca que tres hombres con trajes blancos y negros investigan como algo extraño, en un diálogo de sordos que no sienten, un arco maya que soporta un ídolo que pende amenazante sobre un cuerpo desnudo a la que rodean grafitis ilegibles, el “oxidente”, falso oxigeno occidentalizado, con rascacielos en ruinas que se elevan como fantasmas ante los montes voraces, la impunidad ¿musical? que es hermana de lo injusto y madrastra de la rebelión ante lo mal hecho, la relación ser humano-naturaleza, la vinculación entre las raíces culturales y un futuro incierto, todo eso se lee, se percibe o se intuye en las obras de Salvador Sánchez.
Es una cita obligada visitar la exposición de este amigo de Latinoamérica en el CODAP, calle El Conde número 58, dialogar con sus propuestas como artista visual, con su mundo espiritual y sus inquietudes que pueden ser las nuestras, para buscar respuestas en sus obras a las eternas preguntas que una vez se hizo Gauguin, las mismas que cada nuevo día nos hacemos nosotros: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? y, sobre todo, ¿Hacia dónde vamos?