Petra Saviñón Ferreras
Al encarecimiento de la canasta básica que tiene a la gente al grito, las autoridades suman hoy otro golpe certero que lastima el presupuesto de los hogares más carenciados. La bienvenida al cuarto aumento de la tarifa de energía eléctrica es ácida.
A ese huésped indeseado, la población le ha lanzado tantos improperios, pero como el gran sinvergüenza sigue plantado dentro de la casa y desoye los insultos.
Poco a poco, mas de forma sostenida y con elementos nuevos en contra, los ciudadanos ven reducido su presupuesto, las oportunidades de trabajo y la posibilidades de soltar amarras y emprender proyectos. Justo ahora que tanto incentivo propalan el emprendurismo, como una gran paradoja.
Preciso en estas circunstancias, en las que las limitaciones abundan, aumenta también el costo de la vida y las necesidades básicas quedan menos cubiertas. Alimentación, salud, pago de servicios tragan los ingresos de una mayoría que no entiende eso de que la economía crece, porque el dinero vuela de su bolsillo.
Ojalá esto fuese un capítulo de una novela pesimista que rinde culto al desánimo, a la desesperanza, y no la descripción de un cuadro real que motivado por la pandemia, por la guerra, (o la masacre) de Rusia contra Ucrania o por la razón que sea, afecta en mayor grado y como siempre a los de abajo.
Como la esperanza es lo último que ha de perderse, es bueno mantenerla en un lugar seguro, donde los burros no la confundan con hierba y claro ayudarla a seguir a flote para que nos acompañe a salir a la costa en este mar bravío que atravesamos.